30 jul 2012

Un par de días en Viena




Fuimos dejando Suiza atrás con la belleza de sus paisajes bañada por un radiante sol para llegar a una Viena muy pasada por agua.
Nos hicimos con un par de paraguas para poder recorrer la capital austríaca, claro que ni con esas nos libramos de calarnos bota, calcetín y hueso, con lo que llegó la primera ampolla del viaje para Amaia. Aprendida la lección: ¡mejor con chancletas!




Para la tarde amainó y pudimos dar una vuelta más tranquilamente. Sin la del pulpo cayéndonos encima, pudimos observar con algo más de detenimiento la ciudad. Nos encontramos con un centro de ciudad muy comercial a nuestro parecer, con edificios íntegramente destinados al comercio de las grandes marcas y un sinfín de establecimientos de comida rápida que se repetían a la vuelta de cada esquina.



Ahora bien, la Unesco no dio su título en vano a los edificios que marcan los puntos importantes para la nobleza y el politiqueo, para el poder, vaya.


Las principales atracciones turísticas son sus museos, palacios y sus jadines, en los que te puedes llegar a perder. No sólo por su belleza, también, literalmente, por su tamaño.



Con una economía algo más suave y la vuelta a nuestra moneda, nos sentimos un poco más tranquilos. Queramos o no, saber que vamos a estar un mes en la cara Europa y despues en Rusia (no mucho más barata, tememos) nos agobia un poco.

Take it easy, Naruto!


Nos alojamos en un "albergue-edificio", primera experiencia para ambos en un albergue de este tipo, donde te sentías más en un hotel que en un albergue... pero donde igualmente pudimos charlar con gente de otros países como con un compi turco, Banan, que nos facilitó mapas y consejos para el que sería nuestro próximo destino: Budapest.

Monumento al ruido de la ciudad
El Palacio Belvedere

Sentimos que las estancias que estamos haciendo son muy breves como para captar mil detalles, mil matices que hacen la diferencia entre un pueblo y otro, pero el planning que hicimos para explotar el interrail nos lleva por este ritmo.

El fin del este pequeño incursión europea, es visitar grandes urbes que normalmente reuimos al viajar, ir haciendonos al ritmo e ir cogiendo soltura y adaptabilidad.



Berna, ¡al fin!


Pasada la emoción del momento de partida y tras un par de horas de duermevela, llegamos a Hendaya prestos a hacernos con nuestros billetes para presentarnos en Berna esa misma noche... ilusos.

El rio Aar abrazando la capital
El rapidísimo enlace de Paris con Berna que habiamos previsto había desaparecido hacía días, previa reserva de los mochileros que ya estando en Francia podían reservar su asiento. Tuvimos que hacer un "ligero" cambio de planes que nos llevaría a estar 10 horas tirados en Hendaya y 17 horas más en trenes hasta nuestra llegada a la capital suiza.

Una vez llegados a Berna, fuimos directos al albergue, a reorganizar nuestras mochilas a fin de mandar ropa para casa (sí, el precio de haber pasado por alto qué llevar y qué no: peso excesivo). Y creíamos que llevabamos poco... pero en fin, ya sabéis, ¡el viajero viaja ligero!

Ahora, una vez quitado el cansancio con un ducha fresca, ¡a disfrutar!





Acogedora y coqueta. Berna es una pequeña ciudad, aunque más bien nos pareció un gran pueblo con un aún mayor encanto. Eso sí, la economía también tira por lo alto, asi que a pulir la técnica maestra del "bolsillo agarrau". Vaya con el franco suizo y su "nivel de vida".

Las calles están llenas de soportales y ¡hay tiendas hasta debajo de las piedras!














El oso es el animal que representa la ciudad, en los últimos año han construido una especie de mini-zoo para que la gente pueda ver y fotografiar a los osos desde muy cerca (ya que hay miradores rodeando todo su reducido espacio). No nos gustó mucho esa sensación de animales de feria. Yo, Mikel, estuve hace unos años aquí, cuando aún no habían construido esta atracción y sólo una escultura y muchas banderas te decían cuál era el animal totémico de la ciudad, y creo, había más respeto y belleza en ello.

Éste se quedó de piedra al vernos


¡Un bombón suizo!



Nos gustó mucho el simbolismo de una escultura que había en uno de sus parques. Representa la antigua mensajería de correo entre los cinco continentes. La comunicación entre América, Europa, África, Asia y Oceanía. En armonía.

¿Quién es quién?

A lo lejos se pueden atisbar los alpes suizos, entre todos los picos, el más alto es el Jungfrau "La doncella", que con sus 4.158m es el techo de Europa. Se puede acceder a su estación, algunos metros más abajo, en el famoso tren cremallera. Es una experiencia que recomiendo muy mucho... ¡y que agradezco mucho a mis padres!




Pasamos un muy agradable día. Nos hubiera gustado recorrer los alrededores, porque los paisajes que nos comimos de desayuno en el tren fueron impresionantes. Ya habrá tiempo cuando volvamos con nuestro caballo de cuatro ruedas... ahora toca seguir avanzando.

26 jul 2012

¡Iniciamos el viaje!


4 de la mañana, tras un día muy relajado y una tarde-noche muy estresada, nuestra amiga Itsa viene a recogernos y… ¡todavía no tenemos acabada la mochila!
Sí, nos ha pillado el toro. Como para no, eran las 7 de la tarde del último día en casa cuando nos han empezado las prisas y los agobios al ser conscientes de cuántos cabos quedaban aún por atar... sí, empezando por qué meter en la mochila, oh yeah, meses de organización intensa, he aquí la prueba ajajjajajaa
Mila milesker, Itsa!!
Llegamos a la estación y nos juntamos con la family, que también vienen a despedirnos, momento que vamos a recordar durante todo el viaje. La composición del brebaje es: 50% nervios y 50%... ilusión... ¿Cómo describirlo?
Entre fiesteros y madrugadores, risas y demás, de pronto...
4:44 y… ¡¡PASAJEROS AL TREN!! Rumbo a la aventura.


Había llegado el día que tanto habíamos ansiado, pero, ¿hasta qué punto éramos conscientes de lo que suponía la realidad de ese momento? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta el próximo abrazo, hasta el próximo paseo por la city?, ¿cuántos lugares nos quedan por descubrir, cuántas personas por conocer?… ¿Cuánta vida por vivir? Entonces sólo sabíamos que quedaba mucho camino, todo, que ese era el principio y que ya lo iríamos descubriendo.

¡¡Adelante!!