30 ago 2012

Bruselas, punto y seguido

Bueeeno, último destino europeo, dejamos para el final la capital y supuesto corazón de Europa.
Fuimos directos a presentarles nuestros "respetos" al Manneken pis... bueno, a eso, y a por unos de sus gofres, claro.
  
Tuvimos la suerte de encontrarnos la famosa “alfombra de flores” en la gran plaza, llegamos justo a tiempo para verla en todo su esplendor, ya que con los días esas flores se irían pudriendo poco a poco. 

 
Un bonito pero efímero trabajo, ¡la cantidad y cantidad de flores que cortarían para realizar semejante alfombra! Dicen que la diferencia entre un hombre occidental y un hombre oriental está en que el hombre occidental arranca la flor para mirarla, y el oriental se para a mirar la flor y la respeta en su naturaleza.
 
Por cierto, si alguna vez queréis quedar con alguien en Bruselas no lo hagáis en esta plaza, y menos en estas fechas, sería como buscar… ¡una Marty en un pajar!

  
Recorrimos sus calles gracias al mapa donde no sólo nos indicaba los sitios turísticos, sino que también nos marcaban los Wall Comics.


¡Adoska sale por la tele!
 Antes de dar el salto a países de no sólo lengua distinta, sino también de escritura distinta, nos hicimos con un librito lleno de imágenes de alimentos, objetos, iconos de transportes, emergencias, etc, con los que poder comunicarnos sin llegar a desgastar la tan preciada mímica. Un diccionario visual similar al archiconocido "Icoon", sólo difería en el nombre: "Aanwijswoordenboek", ahí queda eso.

 
  
Nos acercamos hasta la comisión europea, a la que denominan “el corazón de Europa”, esta, edificación gris e impersonal donde las haya, se encontraba a las afueras de la ciudad. ¡Qué irónico! Pero para más colmo, ¡nos la encontramos en obras! Entre vallas y vallas contenedoras. Un corazón fuera de su lugar y en medio de una operación, entre hierros… curiosa analogía de la situación cardíaca que vive Europa, sí.

Una estatua en frente de la comisión hacía referencia al simbolismo de la confianza ciega que debemos depositar en nuestros representantes políticos, mostrando a un hombre pleno de fe, dando un paso al vacío… ejem, lo dejamos ahí.


¡Apea el carro que me bajo!

Seguramente sea el Atomium uno de los simbolos de Bélgica, pese a su supuesta reforma, estaba de lo más desfasadas, pues eran de la expo 58, y sólo se tenía acceso a dos de sus esferas (¡estando las otras al alquiler!). Para nosotros, por dentro deja mucho que desear y la cola para subir era interminable.  ¡Aunque tiene unas bonitas vistas del Minieurope!


 
El último día nos lo dedicamos a re-recorrer el viejo continente en el famoso Mini-Europe. Había llegado el día de dar el salto hacia Rusia, como ya os escribimos en la entrada “Agur Europa”, y para nosotros empezaba entonces la aventura.
Era un paso muy importante que marcaría un punto de inflexión. Europa había sido nuestra “puesta a punto”; haciéndonos a las mochilas, al ritmo, y sobre todo a sentirnos a nosotros mismos como ya explicamos.
 
 
 
¡Más de ocho años juntos y aún seguimos puliéndonos para encajar mejor nuestras piezas! Vaya puzzle estamos hechos… Pero viajando, adaptándonos a cada paso del camino a sus diferentes calzadas y panoramas, siempre cambiantes, hemos comprendido que igualmente nosotros también estamos (¡y deseamos seguir estando!) en un continuo cambio, en una continua transformación.
Entendemos que hay que adecuarse a las circunstancias tanto del entorno como nuestras, individuales y de pareja. Cuando se está abierto al cambio, a nuevas posibilidades, a crecer y no a encasillarse o encuadrarse en ninguna idea preestablecida; en definitiva, cuando se está abierto al mundo, el mundo se abre a ti, y te llena con todas sus posibilidades. Las cosas fluyen por sí solas cuando estamos preparados para aceptarlas. Aceptando que está en nuestra mano, y no en manos ajenas, los cambios que hay que dar para que una relación, del tipo que sea, se mantenga sana.
¡Regreso al futuro!
 


Adelante hasta Gante!

Se nos había acabado el interrail y empezábamos a comprar billetes en las taquillas, y nos debió de hacer gracia la cosa, ya que repetimos la experiencia de comprarlos.
¡Si! Llegamos al tren con tiempo de sobra, pero justo 5 minutos antes de que el tren saliera, Amaia se dio cuenta de que se había dejado las gafas de sol en la estación. Hubo un momento tenso de si ir a por ellas o no, cuando por fin, decidió ir corriendo con la esperanza de volver a tiempo. Si no hubiera sido porque salió corriendo en la dirección opuesta y por la señora que, sentada en el lugar donde las gafas debían estar añorando a Amaia, y su aparente “no entender”, hubiera llegado a tiempo a coger el tren. Gracias a la inocencia de su hijo, conseguímos las gafas, porque le insistió a la madre de que la preguntaba por las gafas que minutos antes, triunfante, se había guardado en el bolso. Asique la señora con cierto pudor y pena, aludida por fin las devolvió.
 
 
¡Perdimos ese tren delante de los morros! Aún así llegamos a tiempo para abrir las puertas de Gante.
 
What can we do...
...with a drunken sailor!?

 

Ya en Gante, el tranvía nos dejó lo más cerca posible de nuestro albergue, en una plaza que más adelante bautizaríamos como “La plaza de la vida”, ya que se puede leer en un grabado que cada vez que nace un niño en la ciudad, las farolas que rodean la plaza se iluminan intermitentemente, dándole así la bienvenida.

"Plaza de la Vida"
 
¡Tuvimos la gran suerte de ser testigos de semejante milagro! Eufóricos, entre aplausos, le dimos la bienvenida. Nos pareció una idea genial y llena de simbolismo.
 
"Árbol de la Vida"


Esto es...
Vida!

 
La zona principal se concentraba alrededor del canal, dónde había mucho ambiente, ya que prácticamente era allí donde  la gente se apiñaba a descansar y era uno de los lugares más visitados por los turistas.  Esta zona se encontraba abrazada por el castillo y por la catedral.
 
 

 
Por la noche, aún seguía la gente reunida alrededor de este canal con diferentes cervezas belgas en mano. Observando las inscripciones que figuraban en un buen número de casas datándolas del siglo XV al XVII, uno se preguntaba qué pensarían las personas que vivieron en ellas si pudiesen mirar por sus ventanas a la noche y ver semejante cantidad de personas dándole al botellón, sin otra aparente preocupación.



Había una oferta en nuestro albergue, que daba la oportunidad de degustar 6 de las principales cervezas bélgas, y estuvimos a punto de apuntarnos, pero eso fue antes de que, tras tomar una Leffe tostada en el río, recordasemos que no estamos hechos para el alcohol.
 
Amplia gama!
 
Investigando dimos con un pasaje oscuro que emitía sonido raros cuando te acercabas. Una vez dentro se activaban las luces de neón, resaltando el grafiti que escondía. Los diferentes juegos con las luces daban al graff distintas sensaciones.
 



29 ago 2012

El embrujo de Brujas

 
Y llegamos a Brujas, finiquitando nuestros billetes de Interrail. A partir de aquí tendríamos que pagar por cada nuevo tren, pero como buenos listillos sólo habíamos dejado dos desplazamientos antes de saltar a la Rusia: Gante y Bruselas, y ambos quedaban a una distancia (léase precio) más que asequible.
 

La historia de Brujas es un tanto curiosa. No fue muy conocida hasta que allá por el siglo… ¿qué siglo nos dijeron? Vale, hasta que hace unos cuantos siglos, cuando se empezó a viajar un poco por gusto y realizar las primeras “guías de viajes”, que un personaje francés catalogó la ciudad como “una gran merde”, o sea: una preciosidad. Curiosamente, y frente a las duras palabras de su reseña, muchas personas pudientes comenzaron a acercarse a Brujas, y la historia de su encanto comenzó.
 


 Sin embargo, con el tiempo su fama decayó, pero algo sucedió al margen de la voluntad del anillo…


Collin Farrell llegó a la ciudad y la calificó como “un pozo de mierda”, además añadió que “si hubiera nacido en una granja y fuese retrasado, la ciudad tal vez me hubiese impresionado, pero como no es así, no lo ha hecho”. Los locales están deseosos de que Collin vuelva por la ciudad para tomar unas cervezas y tal, pero lo gracioso es que nos cuentan que el turismo ha aumentado considerablemente desde el estreno de su película. Ya se sabe lo que algunos dicen: Mejor que hablen mal de mí a que nadie hable de mí.
 


Dimos con el albergue, y sí, ¡otra gran elección! En sí no era nada de otro mundo, de hecho era un bar- (abajo) –albergue (arriba), y para ir a la ducha moverte por la estrechísima escalera de caracol y pasar entre el cerveceo, pero había un buen rollo increíble. ¿Qué necesita un albergue para ser genial? Pues eso, buena gente al mando. Las instalaciones en sí no importan mucho si te sientes como en casa.



Espinita fuera, ¡por fin llegó el biciturismo! Fue una auténtica gozada desplazarnos con nuestros velocípedos por toda la villa.
 
 
 



Tuvimos muchísima potra, resultaba que el día de nuestra llegada había un festival de danza y música por toda la city, y algunos de los puntos elegidos para los bailes y conciertos eran lugares privados o de acceso público monetil, luego nos vimos entrando en lugares que en otras circunstancias tararí.



 
 
Entre “mebajos y mesubos” de la bici, di con una tienda especializada en piedras preciosas, y una vez más, entré en busca de mi turmalina sandía.
 

Y, una vez más no la encontré. Sin embargo, un colgante llamó fuertemente mi atención. 
 
Se trataba de un cuarzo trasparente, en forma de péndulo, con un granate engarzado entre filigranas de plata. Comprendí que para mí, que me paso buena parte del tiempo en las nubes, este colgante simbolizaba la voluntad de dirigir más energía hacia mi base, hacia la tierra.
Desde las ramas, o más allá, pero hacia las raíces. Un buen recordatorio para vivir más en el aquí y ahora. Lo tomé como un regalo del viaje así que continuamos juntos el camino.



 
 



 Tras la hora feliz de nuestro albergue salimos a ver los iluminados relieves y las zonas en sombra de Brugge por la noche. Como suele ocurrirnos, la mayoría de txokos nos gustaron todavía más a la luz de los faroles.

 
Hubo algunas zonas con un encanto increíble, especialmente las de los canales, con las manadas de cisnes que los atravesaban iluminadas.
 
 

Poco antes de encaminarnos hacia el albergue también pudimos gozar estando solitos en algunos lugares extremadamente concurridos durante el día (en buena medida por españoles) y sentir el embrujo de Brujas, comprendimos a aquel viajero francés que dijo lo oscura y siniestra que era, pues en verdad, esta villa iluminada y habitada como antaño, ¡tenía que poner los puntos de punta a base de bien!
  
Definitivamente Brujas nos encantó… y nos embrujó...