30 ago 2012

Adelante hasta Gante!

Se nos había acabado el interrail y empezábamos a comprar billetes en las taquillas, y nos debió de hacer gracia la cosa, ya que repetimos la experiencia de comprarlos.
¡Si! Llegamos al tren con tiempo de sobra, pero justo 5 minutos antes de que el tren saliera, Amaia se dio cuenta de que se había dejado las gafas de sol en la estación. Hubo un momento tenso de si ir a por ellas o no, cuando por fin, decidió ir corriendo con la esperanza de volver a tiempo. Si no hubiera sido porque salió corriendo en la dirección opuesta y por la señora que, sentada en el lugar donde las gafas debían estar añorando a Amaia, y su aparente “no entender”, hubiera llegado a tiempo a coger el tren. Gracias a la inocencia de su hijo, conseguímos las gafas, porque le insistió a la madre de que la preguntaba por las gafas que minutos antes, triunfante, se había guardado en el bolso. Asique la señora con cierto pudor y pena, aludida por fin las devolvió.
 
 
¡Perdimos ese tren delante de los morros! Aún así llegamos a tiempo para abrir las puertas de Gante.
 
What can we do...
...with a drunken sailor!?

 

Ya en Gante, el tranvía nos dejó lo más cerca posible de nuestro albergue, en una plaza que más adelante bautizaríamos como “La plaza de la vida”, ya que se puede leer en un grabado que cada vez que nace un niño en la ciudad, las farolas que rodean la plaza se iluminan intermitentemente, dándole así la bienvenida.

"Plaza de la Vida"
 
¡Tuvimos la gran suerte de ser testigos de semejante milagro! Eufóricos, entre aplausos, le dimos la bienvenida. Nos pareció una idea genial y llena de simbolismo.
 
"Árbol de la Vida"


Esto es...
Vida!

 
La zona principal se concentraba alrededor del canal, dónde había mucho ambiente, ya que prácticamente era allí donde  la gente se apiñaba a descansar y era uno de los lugares más visitados por los turistas.  Esta zona se encontraba abrazada por el castillo y por la catedral.
 
 

 
Por la noche, aún seguía la gente reunida alrededor de este canal con diferentes cervezas belgas en mano. Observando las inscripciones que figuraban en un buen número de casas datándolas del siglo XV al XVII, uno se preguntaba qué pensarían las personas que vivieron en ellas si pudiesen mirar por sus ventanas a la noche y ver semejante cantidad de personas dándole al botellón, sin otra aparente preocupación.



Había una oferta en nuestro albergue, que daba la oportunidad de degustar 6 de las principales cervezas bélgas, y estuvimos a punto de apuntarnos, pero eso fue antes de que, tras tomar una Leffe tostada en el río, recordasemos que no estamos hechos para el alcohol.
 
Amplia gama!
 
Investigando dimos con un pasaje oscuro que emitía sonido raros cuando te acercabas. Una vez dentro se activaban las luces de neón, resaltando el grafiti que escondía. Los diferentes juegos con las luces daban al graff distintas sensaciones.
 



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