30 nov 2012

¿¡Un cuento chino!?


Cuentan los viejos y los libros viejos que mucho tiempo atrás, en un lejano país de oriente habitó una criatura sin igual, nada más y nada menos que un gigantesco dragón grana y dorado.
Este dragón era temido mucho más allá de donde llegaban sus rugidos y llamaradas, tal era el pavor que provocaban las historias que narraban acerca de su gran poder, que nadie osaba acercarse a sus tierras. A pesar de que se decía que en ellas había riqueza sin parangón.
Con el paso del tiempo, esta historia se hizo leyenda pero perduró el espíritu de aquella criatura dándole nombre al país que habitó, al que se pasó a llamar el “país del Dragón”. Atraídos por las leyendas y con la ambición de subordinar al dragón muchos fueron los osados que emprendieron un viaje hacia oriente.
Su sorpresa fue encontrar un dragón que, lejos de asemejarse al de la leyenda, parecía una débil y miedosa criatura. Asique mofándose de la leyenda, dieron un nuevo nombre al país, “el país del dragón dormido”.
Comenzaron a utilizar al debilitado dragón para beneficios propios, sacando muchísimo partido de sus habilidades: pues el dragón podía “trabajar” horas y horas sin descanso, con una simple llamarada hacía el trabajo de miles y miles de personas en la fragua, y a cambio, tan sólo necesitaba una cantidad de alimento ridícula. Así es como las personas que  doblegaron al dragón, cada vez se hacían más ricas y más poderosas, habían encontrado su particular mina de oro.
Llegó el día en el que todos los trabajos se vieron focalizados en la mano de obra del dragón, apenas había trabajo que ocupasen las personas, llegando así a dividir totalmente la población entre ricos y pobres. Ya no había fábricas, ni pequeños talleres artesanos, no había necesidad, la producción se hacía a mayor escala gracias a la criatura. La dependencia que tenían hacia el dragón llegó a tales puntos que no veían viable su vida sin todas las facilidades que les brindaba el dragón.
Y fue entonces, cuando el dragón comenzó a despertar de su letargo, lanzando llamaradas y humo negro a su alrededor, su piel fue fundiéndose hasta llegar a convertirse en ceniza, y cual ave fénix resurgió. Supo entonces que el poder estaba en sus manos, todas aquellas personas que quisieron aprovecharse de él pasarían a partir de aquel día a ser sus esclavos.
 
Escalofriante… pero esto era un cuento chino, ¿no?

27 nov 2012

Chinitos-Pèng yôu men


Haciendo un último recorrido por las Chinas, recordamos como, una vez más, cruzamos fronteras con nuestra pareja parisina más famosa y querida. Con ellos seguimos compartiendo muchos momentos, entre otros, deliciosas comidas y las clases particulares de Ukelele, y haciendo que nuestros lazos se estrecharán más si cabe. Tras despedirnos en Pekín volvimos a encontrarnos en Shanghai, donde sin embargo, esta vez no nos pudimos despedir… pero quién necesita despedidas cuando sabemos que volveremos a juntarnos en el camino, en la vida. Además, y aunque a distancia, seguimos celebrando nuestros cumpleaños y contándonos nuestras experiencias en el viaje, así como dándonos algún truquillo que otro de los países que tarde o temprano compartiremos. ¿Abrá un nuevo espacio para esta adorable pareja en algún otro “amigos viajeros”? ¡Ójala! Mientrás, si alguien les echa de menos y quiere saber de sus andanzas, en nuestros blogs amigos teneis su "Allons Bouger".

Armando y Nico. Pareja dispar y genial sin igual. Los conocimos en el albergue de Ulaan Bataar, pero sabiendo que llevaríamos ritmos distintos nos despedimos con la esperanza de encontrarnos más adelante. Nuestra sorpresa fue que más adelante significaría ¡en la siguiente esquina! Coincidimos primero con Nico, en Pekín, y después con ambos en Pingyao, garcias a Medhi. Allí fue donde nos contaron lo que se traían entre manos: La loca idea de ir desde allí hasta Xi´An en bici. Los despedimos dándoles todos nuestros ánimos y deseando que nuestros caminos se uniesen una vez más para coger el barco que nos llevaría a nuestro próximo destino común: Japón. Nuestros aventureros amigos, evidentemente, consiguieron llegar sanos y salvos a Xi´an, si bien no llegaron a realizarlo juntos, ya que por el camino y debido a varios pinchazos de las ruedas y los diferentes ritmos que llevaban se acabaron perdiendo el uno del otro. Nos contaron que había sido duro y con muchos momentos de regalar o abandonar la bici y seguir en tren, pero consiguieron su objetivo y se enfrentaron a sus iras y ganas de tirar la toalla. Asique nos alegramos muchísimo por ellos y les felicitamos de todo corazón por el esfuerzo que debieron hacer. Todo un ejemplo. Como no podía ser de otra manera nos encontramos otra vez en el puerto de Shanghai, juntos dejamos las tierras del dragón y nos hicimos a la mar rumbo a la tierra del sol naciente.

A continuación unas de las personas que más nos han impactado en este viaje: Jan y Bryan, una pareja londinense recorriendo el mundo con sus mochilas a la espalda… ¡y sus más de 75 años! Esta grandísima pareja nos daría mucho en lo que pensar sobre todo porque “a cierta edad, ¿no se pueden hacer ciertas cosas, no?”. El caso es que nos rompieron todos los esquemas, sus mochilas, su pelo rojo, su alojamiento en albergues juveniles (¡juveniles!)… jajajjajajaaa Nos dejaron con la boca abierta y con un dulcísimo sabor de boca. Eran unos amantes de la libertad. Entre otros episodios de su increíble vida, remarcamos como vivieron en Japón una temporada enseñando inglés y haciendo negocio (big money) ¡comprando y vendiendo kimonos de segunda mano! (nos dieron direcciones y todo y ahí estuvimos, tanteando la jugada del business). El caso es que como ya veníamos diciendo, esta increíble pareja lo recalca: ¡Los límites nos los ponemos nosotros!

Coincidimos por “casualidad” con Medhi, uno de nuestros amigos del tour del Gobi, en Pingyao. Fue genial poder disfrutar de una buena cena y charla con él y enterarnos de que nuestro próximo destino coincidía, aunque él iría un día después. Concretamos albergue y allí que nos vimos después. Descubrimos el bunker de los guerreros de terracota junto a él y nos mostró toda su paciencia al acompañarnos en busca de Narutina, la mochila de Mikel. Conocemos su itinerario y creemos que tal vez coincidamos en algún lugar del sudeste asiático… ¡Veremos!

Debemos mencionar también a aquella pareja vasca que nos encontramos bajando el rio Li, Jorge y Laura. Una pareja muy agradable que nos hizo recordar nuestra graciosa pronunciación de la “R” y demás rasgos del país vasco jajajajaa
Por último, China nos regaló otra gran persona a conocer: Diego. De hecho, Xingping nos dejó muchos regalos, pero ninguno como este argentino-madrileño que dejó su trabajo aparcado para realizar un sueño, realizar “un viaje paranoico” (como es el título del blog). Es una persona muy interesante con la que pudimos hablar y reflexionar profundamente acerca de muchas inquietudes, especialmente de las relacionadas con nuestros miedos y nuestros egos. Fue la primera persona que nos preguntó del porqué de nuestro viaje… ¡y por tanto el primero en pagarlo! jajajaja. Con él vimos uno de los atardeceres más bonitos del viaje. Él nos daría, a su vez, un segundo regalo, el libro de Juan Salvador Gaviota, un libro que le habían dejado con la intención de seguir viajando y volando libre por el mundo a manos de diferentes personas. Resultó ser un libro que juega mucho con la sensación de libertad y de alcanzar los sueños, por ello creemos que se le puede dar más de una conclusión y reflexión, ya que deja muy abiertos los temas que trata. Juan se quedó en el puerto de Shanghai, esperando alzar el vuelo a manos de otro persona.
 
La verdad es que China fue un país sensacional de cara al alojamiento y el contacto directo con la gente. La cara social del chino se te pega… ¡incluso los ojillos!

Gozando del Go

Posiblemente el juego más antiguo que haya sobrevivido a la historia. 
Hace más de 4.000 años desde la fecha en la que nació, allá por las Chinas. Dicen que Castro Urdiales fue jugado a una regata entre bizkaia y Cantabria, pues bien, también se dice que el Tibet fue apostado hace muchos siglos a una de sus partidas... el resultado de aquella partida (así como de aquella carrera) no pareció muy resolutorio, a la vista está...
 
Conocido en China como Wei qi, en Corea como Baduk y en Japón y el resto del mundo simplemente como Go, este fascinante juego de estrategia es un tesoro que nos acompaña desde hace ya varios años. Cuatro reglas básicas y fáciles de aprender, posibilidades que se multiplican hasta el infinito y su consecuente creciente complejidad a cada turno. ¡¡El jueGo!!
 
Está claro que hicimos un ying-yang con las fichas para que no se viera que Mikel iba perdiendo!
 
"Si alguien te dice que puede conocer muy íntimamente a las personas por su forma de jugar a un juego, al tiempo que estudia su propia actitud y crece, y tú ves que todo eso ocurre en un simple tablero cuadriculado con piedras negras y blancas, si quieres, llámalo loco.
¡¡Pero no digas que conoces el Go!!"

¿Pone un Ping-Pong?

Si bien el Ping-pong ya había sido anteriormente buen motivo de gozatiempos (y piqueee), no fue hasta que llegamos a China cuando dimos el mejor uso de él. Siendo este un país tan apasionado por este deporte no podía faltar al menos una mesa de Ping-pong en cada parque, en cada barrio y... ¡en el interior de cada albergue!
 
 
No somos ningunos fenómenos, ni mucho menos, pero ¡ay, cómo la gozamos! Es una de esas cosas que siempre acabamos diciendo que tenemos que conseguir para nuestro hogar... ¡aunque no sabemos si serí bueno para la salud de nuestra relación! jajajaa



26 nov 2012

Algunas artes chinas

Algo que nos encantó de China y sus habitantes fue la cantidad de actividades que desempeñaban al aire libre. Había muchísima vida social, especialmente en los parques, pero también en los lugares más inhóspitos. Hemos hecho una pequeña recopilación de algunas de estas:
 
Artes marciales
Pudimos ver una gran cantidad de gente practicando Tai-Chi. Asimismo, había un buen número de escuelas para aprender Wu-shu abiertas a todos los públicos.
 
Caligrafía

 Apasionados de su bello sistema de escritura, pudimos ver a muchos perfeccionando la técnica con pincel y agua en diferentes luagres. Pura complejidad estos ideogramas tiene no solamente una dirección en sus trazos, sino también un orden. 


 
 Pinturas
La cantidad de personas que encontramos estampando paisajes sobre lienzos fue muy grande, la mayoría en puntos turísticos, pero también encontramos en sus propios talleres. Nos sorprendió la habilidad y originalidad que mostraban.




 
Artesanía
 Algunos mostraban habilidades especiales con las manos. Por ejemplo, de una corteza, rama u hoja podían crear las más inverosímiles figuras, o tallar compejas escrituras en cualquier superficie.

 
Música
También disfrutan enormente de la música, desde los bailes callejeros nocturnos, hasta un elabordisimo espectáculo al son de los tambores.




 
Vida social
Nos impresionó la cantidad de vida social que tenían, disfrutaban de su compañía reallizando diferentes juegos, de los cuales resaltamos el ajedrez chino y el badmintón futbolísto chino.



 
Regateo
El arte chino por excelencia. Aquí desarrollamos más nuestra capacidad para este arte, y ¡vaya maestros nos echamos! Les encanta, te pueden llegar a bajar el precio inicial hasta casi 20 veces, lo que lo convierte en un juego de mano izquierda y paciencia, muuucha paciencia.


Encontramos el puerto en Shanghai

Tras regresar a Guilin, recoger nuestras mochilas del albergue y esperar en la estación a nuestro tren con un retraso de más de 3 horas (más tarde descubriríamos que eso no es nada), nos montamos en nuestro último tren-cama hasta la fecha y que nos llevaría a nuestra última parada china: Shanghai.
 
Bueno, lo cierto es que aún pensábamos visitar algunos lugares cercanos a la ciudad pero sucedió algo que cambió nuestros planes… Tras encontrar el albergue y dejar nuestras “casas caracol” allí, nos fuimos a cenar para pasar el mal trago que nos dejó el enterarnos de que nuestros billetes de tren para Japón (Japan Rail Pass) no habían llegado, tal y como habíamos quedado con la agencia (pero esta historia ya la contaremos que es muy larga). Encontramos un restaurante genial con unos precios de risa y nos dimos un buen banquete. Tras el grandísimo esfuerzo para levantarnos de la mesa, nos hicimos hacía el albergue, pasito a paso, y cual fue nuestra sorpresa cuando entramos por la puerta: Ahí estaban, ¡¡Claire y Alex!! Jajajjajaa. Increíble. El magnetismo que tantas veces nos había llevado a juntarnos por ahí seguía funcionando a tope, pues no había albergues en Shanghai ni nada…

Teníamos poco tiempo antes de hacernos a la mar, rumbo a Japón, y si bien nos llamaba más la atención conocer “pueblos” cercanos a la ciudad que Shanghai en sí, al no encontrarse Claire en sus máximas y querer pasa tiempo juntos, decidimos hacer turismo más lasai aquí.
Como no podía ser de otra forma, fuimos a visitar la concesión francesa, pero también pudimos entrar en el museo de artes para que, ya que no íbamos a ir al Tibet, al menos nos hiciésemos una idea más clara de lo que había por allí gracias a una exposición que justo se inauguraba a nuestra llegada. Estuvo bien, unos cuadros muy bonitos, sí, pero ni rastro de lo que allí está pasando, ni rastro de lo que China lleva haciendo allí desde hace ya más de medio siglo.

También conoceríamos la zona más famosa y con más tiendas de la ciudad, a la que, a medida que nos aproximábamos, no dejábamos de encontrarnos edificios mayores y más modernos y las marcas más prestigiosas (¡estos chinos exportan las marcas baratas y se quedan con las buenas!).

¡Locurón!

 
Al anochecer llegamos al boom: el Bund. La también llamada “ciudad del futuro”, con una de las torres más altas del mundo (porque aunque nos dijesen que era la más alta, el “mérito” se lo llevan sus “amigos” nipones) y un gran número de rascacielos acorazando el resto de su orilla. Un nuevo barrio al que no entramos por la “pereza” que nos dio meternos allí dentro. Muchísima gente se había agolpado en este paseo para contemplar el espectáculo. Pudimos charlar un rato con extranjeros residentes aquí y nos contaron sus sensaciones al vivir en una ciudad tan moderna y a la alza. La diferencia entre Beijing y Shanghai salta a la vista: una es la tradicional y la otra la cosmopolita, la ventana al mundo de china, la aspiración y futuro de las demás ciudades chinas. Para gustos los colores.



El último día lo dedicamos a buscar el lado más tradicional de la ciudad, su "Oldtown". Tras esquivar el timo de la ceremonia del té (estabamos avisados por los vascos del rio Li), nos adentranos en esta zona, que aunque no nos pareció de lo más tradicional ni antigua, tenía su puntillo.





Con este último escenario dabamos por finalizada nuestra aventura china. Es curioso, porque este lugar en concreto fue una síntesis de cómo vivimos China, bajo nuestro punto de vista, claro. Tal vez teníamos la idea de que iba a ser más tradicional e iban a respetarla más, pero nuestra sensación fue la de que tiene explotadas las zonas turisticas convirtiendo lo que antaño era auténtico en algo un poquitico artificial.


22 nov 2012

Navegando por el Rio Li

Cerca de las 2 de la mañana llegamos a Guilin. En la recepción del albergue no quedaba nadie más que el de mantenimiento, que muy amablemente nos dio una nota que el staff había dejado para nosotros, junto a  las llaves de nuestra habitación. Ya por la mañana hicimos el check-in, con la suerte de que por aquellas fechas y debido al poco turismo que había, nos hacían un 3x2, 3 noches por el precio de 2, sencillamente ¡genial!
Cerca de nuestro albergue había un restaurante de comida española, así que miramos los platos… pero no había nada de jamón, tortilla de patata… Hablamos largo y tendido con el amigo del dueño, que este sí que era español, y nos dio unas recomendaciones y consejillos acerca de qué visitar por la zona ya que había ejercido de guía en esta zona. No teníamos muy claro qué ver, andábamos algo indecisos porque nuestra estancia por esta zona iba haber sido bastante larga debido la cantidad de sitios a visitar pero como ya dijimos, el tiempo se nos había echado encima con la decisión de no hacer una doble entrada, y teníamos que decantarnos… ¡todo no lo podíamos ver!
 
Guilin, fue, esencialmente nuestro campamento base para reorganizar nuestras visitas a la zona, y descansar, pero también tuvimos tiempo de ver algo de la ciudad. El enclave era impresionante, pero era sólo el aperitivo de lo que nos esperaba en la zona del rio Li. Ya se empezaban a ver aquellas colinas que nos recordaban a la serie de “Dragoi Bola”, pero debido a la bruma (o contaminación) no se veía más lejos que lo que teníamos enfrente. Desde la vista más alta de la ciudad, la cima de “la colina de la belleza solitaria”, se podía apreciar el escaso respeto que le habían dado al entorno natural, una aberración que nos llegó a doler.


Regateando al estilo chino nos hicimos con un “semitour” para ir hasta Yangshuo, que incluía un descenso en barquita por el rio viendo las impresionantes colinas… Si bien la “bruma” no era tan abundante, no pudimos apreciar los tonos verdosos de la vegetación. Eso sí, había una atmósfera muy curiosa, y las colinas parecían esconderse entre los jirones de niebla. En el bus coincidimos con una pareja vasca muy sorprendida al oírnos hablar en euskera, pensaban que se estaban volviendo tarumbas.



 
El resto de camino hasta llegar a Yangshuo se hizo muy ameno. Estuvimos hablando de la situación de españa y de lo que sucedió en la manifestación de septiembre que tan inquietos nos dejó. También intercambiamos info sobre nuestras rutas por china ya que estábamos haciendo el mismo itinerario pero en dirección opuesta.
Yangshuo era un enorme pueblo turístico, con muy poco que ver a excepción de su ambiente nocturno, pero en cuanto alquilamos nuestras bicis y salimos a disfrutar de su verdadero tesoro: su ubicación, disfrutamos de un día memorable.
¡Eso sí! con mascarillas. Ya era hora de hacer ejercicio, y como teníamos horas de gimnasia pendientes, ¡decidimos darle caña al body! Apenas salir del asfalto vimos la pendiente que nos esperaba, y a poco estuvimos de dar la media vuelta. La fuerza nos la dio el pensar que ¡luego tocaba la bajada!
 

Nuestra primera parada fue Shangri-La, una paradisiaca zona rural convertida hoy en toda una atracción turística. Apunto estuvimos de dar media vuelta cuando descubrimos esto y vimos el precio de su entrada, una vez más, salida de contexto… en un país donde comer, dormir y moverte sale tan barato… Pero entramos, tras 17 km de cuesta arriba necesitábamos descansar y aprovechar el viajecito. Mientras esperábamos la canoa que nos daría el paseo por el parque temático decidimos entrar a una tienda de comida, pero no nos dimos cuenta de que se trataba de la tienda de souvenirs y comida de la salida. Cuando quisimos volver sobre nuestros pasos, nos encontramos con una puerta que nos prohibía el paso en ese sentido y con una china un tanto runga que sólo sabía decir: ¡No, no y no! La mujer se empecinó la tira. Le explicamos la situación de todas las formas habidas, le mostramos los tickets… pero no había manera, no nos dejaba irnos, llegó el de seguridad y otra trabajadora de allí, en fin… montamos la de san quintín. Ante sus insistencia para que nos dirigiésemos nuevamente a la entrada acabamos diciéndoles que Agur, que nos íbamos a por la dichosa canoa, que estaban siendo muy cansinos pero que para cabezones nosotros, y nos dejaron ir.




 
Otra epopeya fue encontrar un sitio para comer. Cruzamos una zona de pueblos poco o nada turísticos con todos los menús de sus restaurantes en chino, y sin fotos, ¡claro! Finalmente encontramos uno en el que a pesar de tener las mismas condiciones nos hicimos entender, gracias a un grupo muy amable de chinitos que estaban comiendo y nos hicieron su recomendación además de darnos la posibilidad de señalarle a la camarera qué nos queríamos llevar al buche. La comida, nuevamente, ¡deliciosa!
 
Una vez repuestas las fuerzas hicimos continuamos nuestro recorrido en paralelo al río. Queríamos ver toda la zona, pero hubo partes que no vimos porque, para ver entre otras una colina con un agujero, un árbol tricentenario o una mariposa pintada en la roca… ¡había que pagar!
 
 Exceptuando ese sableo constante, la experiencia estuvo genial y lo pasamos en grande (sobre todo ahora que lo estamos recordando). Aquel biciturismo fue divertidísimo.



Nos montamos en un bus para ir al punto más recóndito que visitaríamos en el rio Li y que tiene la imagen que plasmarían en el billete de 20 yuanes: Xingping. Ahora sí, ¡un pueblo! Gracias, esto es lo que necesitábamos.  Esta zona es, si cabe, más impresionante.
 

Allí conocimos a Diego, un madrileño que disfrutaba de sus “viajes paranoicos” (cuyo blog podeis seguir desde nuestros “blogs amigos”). Unas largas y gratas conversaciones, y comidas, nos aguardaban. Y es que resulta que llevábamos prácticamente el mismo recorrido hecho y pudimos recordar lugares ya visitados.

Mereció la pena decantarnos por esta zona y no por la otra que teníamos fichada más al norte, tal y como nos aconsejó el burgalés! El último regalo que nos dio el rio Li fue uno de los atardeceres más mágicos que hemos tenido hasta la fecha, una panorámica vista de todas las colinas teñidas por la dorada luz de los últimos rayos del sol.