28 feb 2013

Viêt Ban bè


En Mui Ne conocimos a Colum, un irlandés majísimo, y a Marie, de Dinamarca, dos personas con las que hicimos un pequeño tour para conocer los alrededores de la zona.
Colum acababa de separarse de dos amigos con los que había disfrutado un par de semanas de vacaciones pero que debían volver a la isla esmeralda. Para él, sin embargo, comenzaba ahora una aventura que le llevaría a pasar al menos un año fuera de su Ëyre natal, tal vez más si encuentra trabajo en Australia, uno de los destinos que más le atraen.


Marie, a pesar de estar en esta ocasión en unas pequeñas vacaciones, era una enamorada de los viajes largos. Había estado ya en lugares muy dispares de este globo azul, sabía moverse, vaya. Destacamos que estuvo viviendo en Calcuta, India, durante tres meses, mientras cursaba unos estudios, y que después dedicó otros tres meses para rutar por toda India… ¡Chapeau!  
Roberto es un jovencísimo italiano, pero con muuucho mundo. Desde que dejará su Roma natal hasta la fecha en que le coincidimos llevaba casi 4 años viajando. Un viaje con fecha de salida, pero sin fecha de regreso, y eso que es un enamorado de su tierra y añora volver algún día, pero sólo él sabe cuándo será. Mientras, trabaja de mil y un cosas a la vez que viaja. 

Coincidimos con Guillermo tanto en Mui Ne como en Hoi An. Este guatemalteco llevaba más de un año viajando y eso que salió de Suramérica con la sola intención de asistir a un curso de dos meses sobre Budismo que impartían en Kathmandú. La cosa se estiró con otros cursos, con otros destinos, y así hasta que nos conocimos, cuando, al parecer, ya iba encarrilando el final de su viaje. Nos contó como anteriormente había viajado mucho fuera de su país buscando, en cierto modo, un lugar mejor en el que vivir, pero que ahora, estaba planteándose volver a su país “para siempre”, que su visión había cambiado.
 
Mark y Jodie, una pareja inglesa con la que compartimos muy buenos momentos en la Bahía de Halong, ¡hasta compartimos cena de San Valentín! ;). Llevaban un tiempo viajando, habían comenzado en Nueva Zelanda, visitando a una amiga, y ahora estaban decidimos a recorrerse buena parte del sudeste asiático antes de volver a su Yorkshire natal… aunque no sabemos por cuánto tiempo, porque, especialmente Jodie, estaban enamorados de las islas de los Kiwis, de Nueva Zelanda, vaya. Compartimos taxi para acercarnos al aeropuerto, pero cada cual tomo un destino distinto: ellos tiraban a la cercana Laos mientras que nosotros ¡saltábamos a Tailandia!

Piratas en Halong Bay

Tras reunir al grupo que conformaríamos este Halong Bay Tour, Tiger, nuestro guía, dio luz verde para encaminarnos hacia una de las bahías más famosas, y hermosas, del mundo.
 

Seríamos 14 personas: un matrimonio polaco y su risueño bebé, una pareja formada por una colombiana y un neozelandés, una joven pareja de Inglaterra, una pareja alemana, una mujer italiana, una joven australiana, un hombre holandés y nosotros. No es que charlásemos mucho en el minibús, ni tampoco una barbaridad en el barco, pero se creó un ambiente bien agradable.

Llegamos y nos fuimos directos… ¡al agua!.. Pues no, bueno sí, pero al bote y al barco, nada de zambullirnos… que el clima seguía siendo tan malo como en los días precederos en la capital.

Nuestro barquito estaba muy bien y la tripulación era muy maja, además tuvimos la suerte de que nos tocará el camarote más lejano al motor, ¡de modo que encantados!

Una suculenta comida nos esperaba nada más dejar nuestros petates, así, nos pusimos las botas a medida que íbamos adentrándonos en la mítica bahía y Tiger nos documentaba un poco sobre este increíble paraje. Entre otros datos, nos dijo que Halong es una de las siete maravillas naturales del mundo y que estaba constituida por un total de 1969 islas e islotes, contadas una por una por él mismo, claaarooo!
 
 
La leyenda cuenta cómo, desesperado ante una amenazante flota china, un emperador vietnamita imploró a un dragón por su ayuda. Éste, sacudió su cola contra el mar con tal fiereza que, además de levantar unas enormes olas que desbarataron la flota invasora, también hizo surgir todos aquellos muros de roza caliza que más adelante pudieran servirles de murallas naturales.
 

Pero es que Halong Bay no es sólo increíble por fuera, también lo es en su interior… y no, no va en plan metafórico. Hay un buen número de portentosas cuevas esperando las exclamaciones y los ojos como platos del visitante. Nosotros tuvimos el lujazo de entrar a una cueva que el Vietcong usara como hospital, además de como escondite, claro. No esperábamos que fuera a ser ni tan grande ni tan bella, ¡y qué bueno!, porque nos habíamos quedado con cierta cosilla por no ir a la que está considerada la cueva más grande del mundo (relativamente cerca de Hue).
 

Visitamos “Monkey Island”, o la Isla de los monos, en un bote a remo, ya tendríamos tiempo de darle al kayak al día siguiente. No pudimos ver más que a un par de monos jugando cerca de un acantilado, otros tuvieron más suerte y les vieron “jugando” a otras cosas en una playita.

Tras la cena, ¡y vaya cena! (preparada en parte por nosotros mismos) Tuvimos una buena charla con algunos de nuestros compañeros, especialmente con el hombre holandés, que tenía mucho camino detrás, y también con la pareja inglesa, que acababan de llegar de Nueva Zelanda y tenían muchas cositas que contarnos. Hablamos de viajes, hablamos de emigración…

 
Hay que decir que nosotros cogimos un tour de tres días y dos noches, mientras que el resto de viajeros, exceptuando la pareja inglesa,  cogieron sólo dos días y una noche, ya que el tiempo no parecía que nos fuese a acompañar. Pero tuvimos suerte y aunque no nos hizo un solazo por lo menos no nos llovió y pudimos disfrutarlo igual.

Al día siguiente antes de separarnos del grupo, madrugamos para ver el amanecer desde lo alto de una de las islas… aunque cuando nos despertamos para el desayuno resultó que toda la tripulación estaba roncando… ¡en las mesas del comedor! No llegamos al alba, sino un poco  más tarde, pero mientras se desperezaban pudimos ver cómo en otros barcos hacían “Tai-Chi”, o algo similar, en la cubierta... y nos alegramos de que nuestro guía prefiriese dormir.

Tras el ascenso, el descenso y el ansiado desayuno, nos separamos del resto del grupo, menos de los ingleses, con los que tomamos un bote dirección a la isla principal de la bahía: la isla de Cat Ba. De camino, un tímido rayito de sol bañaba la bahía, y fue más que suficiente para fortalecer nuestras esperanzas. Curiosamente, en medio de la nada, tuvimos que cambiar de barco porque al parecer, pasábamos a otra región, y claro, ambas zonas quieren sus ingresos.

Cuando atracamos, cogimos unas bicis y nos adentramos en la isla. ¡Y qué isla! Un fabuloso paraje natural donde descubrimos pueblecitos que lejos de estar aburridos del turismo lo disfrutaban muy sanamente, arrozales de verdes y formas hipnóticas, junglas llenas de sabiduría y una forma de vivir muy relajada.



El guía nos llevó por el corazón de la jungla, un pequeño trek con un montón de curiosidades, entre otras, hormigueros que no están bajo tierra, si no que aquí las hormigas hacen escalada, ya que con eso de los monzones deben de hacer sus “casas” en lo alto de los árboles! Y bueno, que decir de todos los medicamentos naturales que tiene la isla, no necesitan ni ir a la farmacia! Los niños de las aldeas, como en Mongolia, deben de separarse de sus familias y su pedacito de tierra para continuar con los estudios una vez cursada la primaria.


 

Fue muy curiosos conocer un pueblo pesquero muy peculiar. Y es que literalmente estaban en el mar. Tan sólo se comunicaba a través de tablones de madera. Guarderías, bares, karaoke, piscipactorías, hogares, gasolinearas, supermercado... todo lo imaginable e inimaginable era flotante. 
 

 
 
Por la tarde nos dedicamos a hacer ¡Kayakturismo! Entre islas e islotes, descubrimos playas vírgenes (algunas con más coral muerto que arena), resort semi-abandonados pero con guardianes perrunos, hermosas tumbas de gente local, bandadas de peces voladores y hasta nos sentimos como Jack Sparrow, a la deriva de nuestra embarcación… Uy, cómo nos lo hemos flipado!
 
Pasamos la segunda noche en la propia isla, donde además compartimos cena de San Valentín con los ingleses… bueno, de hecho nosotros no sabíamos ni en qué día vivíamos, y cuando ellos nos lo recordaron fue un poco tarde para darnos cuenta de que les habíamos pinchado el rollo! Jajajjajaa

Al día siguiente tocó la vuelta a tierra. La bahía de Halong fue sin duda uno de los platos fuertes de Vietnam. Increíble bahía. Precioso país.

27 feb 2013

De fiestón extremo en Hanoi

 
 
Una fresquiiita y silenciosa madrugada nos dio la bienvenida a la capital vietnamita. De hecho, era muy extraño tanto silencio, pero debido al rasca que hacía no nos paramos a pensar a qué se debería. Eran las 5 de la mañana cuando llegamos, bastante antes de lo previsto. Tocamos la puerta del hotel, cuyo interior estaba oscuro como la noche que recién comenzaba a irse, no parecía haber nadie.  

Sin embargo, tras insistir, un sonámbulo recepcionista nos abrió la puerta, comprobó los datos y, a pesar de la impertinente visita que debimos suponerle, excusándose por no disponer de ninguna cama para que descansásemos unas horas, nos mandó a dormir y tomar el desayuno a otro hotel de la misma compañía, ¡gratuitamente! Esto sí que no nos lo esperábamos, en pleno festival, en el supuesto norte borde y negociante, ¡de lujo, y por la faceta!

Descansaditos y desayunados salimos a media mañana, y ahí seguía el ambiente fresco; tan fresco que nos pusimos hasta la ropa de “abrigo” e incluso sacamos a pasear a “Tanto”, nuestro paraguas nipón, que desde allí no veía la luz, o más bien la lluvia. ¡Sí!, tres meses sin lluvia, ni un solo día, y además ¡vaya tres meses! (nov-feb). Además de que se hacía muy raro, algo la echábamos de menos… ¡aunque no duró mucho la morriña!

 
Era el primer día de la esperada fiesta del Tet, tres días de festejos que marcan el día previo a la luna nueva, la propia luna nueva y el día en que una nueva luna comienza a crecer. Pensábamos que nos meteríamos de lleno en toda la movida, al más puro estilo fiesta nacional en Pekín, pues no. La ciudad estaba bastaaante vacía, con la inmensa mayoría de establecimientos cerrados y con un tráfico cuán menos fluido. Se conoce que los urbanitas prefieren vivir esta importante fecha en las zonas rurales, de donde sus raíces proceden.


No obstante, las principales zonas de paseo de la ciudad contenían un bonito número de personas en un ambiente de fiesta (aunque más relajado que el de sus paisanos sureños) que lucían sus ropajes más elegantes y sus mejores sonrisas para las fotos… como nosotros, que a estas alturas nos da la sensación de que no nos quitamos el pijama de encima jajajajajaa


Hay que comentar que el árbol de “navidad” aquí era un mandarino, ¿será por eso de ahorrarse el tener que decorarlo y comprar regalos?

La verdad es que nos quedamos con ganas de ver más sitios, pero es que hasta el principal mercado local y los puntos de interés turístico estaban chapados, de modo que no nos quedó otra que callejear a lo loco. Y no estuvo mal: meter el hocico en fiestas hogareñas, dar el cante en pequeños templos de barrio, sumarnos al pipón (botellón de pipas) de la chavalería o encontrar pequeñas huertas en la acera fueron algunas de nuestras hazañas.
 


Nah, la verdad es que Hanoi parecía una ciudad fantasma, más que la capital daba la sensación de ser un pequeño pueblo. Aprovechamos esa tranquilidad, por supuesto, para pasear por uno de sus lugares más embriagadores, el lago Hoan Kiem, donde se dice, una tortuga divina entregó al emperador Ly Tai To la espada con la que obtendría la independencia de los chinos. Nos dijeron que hay, de hecho, una enorme tortuga en el lago, de casi 200kg, la llaman “el abuelo”, pero no vimos ni aleta.
 
Tras la parsimoniosa celebración del nuevo año lunar, y tras zanjar todos los puntos, procedimos a por algo de aventura.  Sapa quedó desartada debido a las bajas temperaturas y el temor al chasco. Tocaba… ¡La mítica bahía de Halong!