27 ene 2013

Así la vivimos y así la contamos

-“¿Pero porque no vais al sur? Es más bonito y tranquilo”. Así nos decían una y otra vez, indios y extranjeros. Pues porque queríamos conocer la auténtica India. Y aunque no sabemos si hemos llegado a hacerlo, al fin y al cabo las zonas más afectadas por el turismo tampoco pueden ser la referencia de la esencia de un país, sí que sabemos que en las playas y pueblos del sur no lo habríamos hecho.
 



 
Dicen que a India o la amas o la odias… Nosotros sabemos que no la amábamos, pero tampoco pensamos que la odiemos. Hay cosas maravillosas en India, pero también bastantes chungas… Nos alegramos mucho de haberla conocido, mereció la pena… pero es que es eso: “mereció la pena”. Esta frase implica tener que pasar por cosas chungas para disfrutar, y esto es algo que nos chafó bastante. No es que otros países no tengan cosas chungas, es que las de éste nos resultaron ¡muuuy chungas!



Y es que sí, fue durillo. Tal vez somos demasiado sensibles, hay quien diría que sibaritas… sea como fuere, y siendo como somos, hubo varios momentos en los que no pudimos decir que estuviéramos disfrutando nuestra estancia en el país, lo cual no nos había pasado, excepto en Nepal...

 
Sobra decir que esta fue nuestra experiencia, que hay quien hubiera podido vivir estos mismos lugares y gentes de forma muy distinta, así que nos abstenemos de poner un aviso de: “Nota importante: Quién tenga intención de viajar a India en breve, piénsese bien el leer esta entrada, tiene contenido altamente dañino para su visita.” Jajajaajaaa
 
Bueno, con Nepal e India ya digeridas, damos por finalizada la “era oscura” del viaje.
 
¡Seguimos caminando!

Indian Mitra


India no nos dejó muchos amigos viajeros. Nos movimos mucho a nuestro aire, organizándonos nosotros mismos y los hoteles eran de habitaciones privadas, asique no entablamos mucha amistad ni conversaciones con muchos viajeros. Hablamos mucho más con la gente local.
Conocimos a Montse y Luis en el tren de Varanasi a Khajuraho, una pareja muy maja con la que estuvimos charlando laaargo y tendido, ¡y es que menudo gustazo, el hablar en castellano! Ella es de Barcelona y él de Argentina. Nos contaron que también estuvieron en Nepal, y que hicieron un trekking de unas tres semanas por el Anapurna. Ya que nosotros no habíamos estado, teníamos mucho interés en su experiencia así que les comimos a preguntas. Su viaje no estaba totalmente definido, estaban de vacaciones largas, con fecha de salida pero sin fecha de regreso, e iban planificándolo sobre la marcha. Cuando nos encontramos, Luis estaba deseando perderse en una playa y nadar y nadar, pero en el último mail que recibimos aún estaban por el interior de la India. Les deseamos lo mejor en su viaje y ojalá volvamos a encontrarnos… ¡Ojalá en una de esas ensoñadas playas!
 
La escapada a Agra dio para mucho. Allí nos juntamos unos cuantos extranjeros en la ventanilla de la estación para cambiar nuestros billetes cancelados, pero sobre todo entablamos relación con 3 chicas estadounidenses con las que sobrevivimos en aquella lata de sardinas, compartiendo 2 asientos para 5 personas (¡y afortunados!). Dos de ellas, Elisabeth y Alexis, también estaban dando la vuelta al mundo, llevaban 2 meses en India y parecía que llevaban mejor que nosotros la locura India, aunque en Agra tampoco parecían estar muy cómodas… si ejque fue potente.

Y es que en Agra nos juntamos todos los extranjeros en el mismo restaurante (sólo encontramos uno con buena pinta). Fue muy impactante volver a ver a los dos israelitas que acababan de aterrizar en la India y que querían pasar aquí 6 meses, tan animados como estaban en la estación de tren y tan bajoneados después de moverse por la city. Realmente estábamos todos un poco en shock con lo que nos encontramos en Agra, asique poca cosa hablamos. Tan sólo nos pusimos una nota de humor con respecto al horrible trayecto de tren. Los israelitas estaban flipando, y la compañera de mesa que les tocó no hacía más que darles “buenos” consejos para sobrevivir con los Indios y qué no ver o hacer en Rajastán, de forma bastante negativa (aunque realista, un poco potente de entrada), asique no sabemos si lograrán estar los 6 meses o tiraran para la tranquilidad del sur de India echando leches.
Con muchísima pena, no coincidimos con Alex y Claire, pero sabemos que ellos disfrutaron de la compañía de la familia de Alex, con quienes pasaron la navidad. Iban a visitar la parte norte y después tiraban para el sur, a las playas de Goa y Kerala, que deben de ser más relajadas y tranquilas que el norte de India.

Sin embargo, nos sentimos muy arropados en Navidad, a nosotros llegaron mensajes llenos de calor, no sólo desde España, sino desde muchos países, ¡ya que nuestros amigos viajeros también se acordaron de nosotros! Alguno estaba haciendo un viaje épico en bici enamorado de las tierras niponas, como Armando, otros explorabas los fondos marinos del sudeste asiático, como Nico, y algunos más tranquilos sus playas, como Mehdi, los más trabajadores nos seguían la pista desde la capital de Europa, como Aje y Stijn... La lista sigue, y es que ¡ya son muchas las personas que hemos conocido y que han pasado a ser parte de este precioso viaje! ¡¡Gracias!!
 

Agridulce Agra

Una escapada de un día para visitar el Taj Mahal. Esa era nuestra idea, un plan express... ¡Ja!


Tras madrugar y recoger nuestros regalos del Olentzero, circulamos para una de las estaciones de tren de Delhi a por nuestro Taj-express de las 7 que nos dejaría a las 10 en Agra. Tendríamos tiempo para visitar el famoso mausoleo e incluso el fuerte antes de las 19:00, hora en que otro Taj-express nos devolvería a la capi. Pero algo paso al margen de la voluntad de Amaia y Mikel… ¡Tren cancelado! ¡Eeeeh! Las legañas salieron disparadas, junto a nuestros ojos, “¿y ahora qué hacemos?”
Bueno, lo primero, reclamar nuestras perricas. Llegamos a una ventanilla con poca gente, jejeje, pero no nos dimos cuenta de que no era para extranjeros y supuestamente no podíamos estar, una señora con cara de poco amigos, nos quiso echar de la fila, pero ¡eh! leímos que era sólo para mujeres, “y mire usted, señora, que da la casualidad de que Amaia es mujer, cállese la boca y deje de colarse”. Pero no sirvió de mucho, pues el ventanillero nos mandó a otra ventanilla, alegando quéséyo de noséqué, y esta sí, bien petada.

Resumiendo aquella larga reclamación, diremos que sí, finalmente conseguimos nuestro dinero y unos nuevos billetes para Agra, ¡oé oé!. Este tren tardaría algo más, pero aún así llegaríamos bien de hora. Nos juntamos unos cuantos mochileros para encontrar nuestro tren de salida, y pronto dimos con él. Todo correcto hasta que llegamos a nuestro vagón… ¡o lata de sardinas! No es sólo que no tuviésemos asiento, sino que ¡ni siquiera había espacio en los pasillos! La gente estaba metida hasta en el hueco de dejar los equipajes en el techo… Bueno vaaa, muy amables, un par de locales nos dejaron sus dos asientos, para cinco personas jajajajajaa pero, eh, todo un lujazo, ¡así que chitón!

Ahora bien la fiesta no había hecho sino empezar… ¡ja! La que no nos esperábamos era que por escasa visibilidad debido a la niebla fuésemos a tardar, en lugar de las 3 horas esperadas para hacer apenas 200 kms… ¡La escalofriante de 8 horacas! Más tiempo detenidos que en movimiento… Aquello fue horrible.
Nos entretuvimos charlando (y flipando) con un indio, para variar comercial, con el que tuvimos otra conversación sin desperdicio alguno donde oimos aun más clara otra nota de la misma melodía. Pero esa es otra historia, y muy larga. El caso es que disfrutamos de una deliciosa comida-ayuno de navidad, y este sólo era el comienzo.

Llegamos a Agra para las 4 de la tarde, con el atardecer dando su especial luz, cansadísimos y conocedores de que no nos daría tiempo de visitar el mausoleo y la fortaleza, decidimos ir en busca de un hotel. Donde como siempre nos pedían el pasaporte… que teníamos en la embajada de Birmania, pero “¡no problem! Saquemos una de nuestras fotocopias”… ah, que en la mochila de la excursión express no metimos ninguna… Menos mal que Mikel tenía una de emergencia y que llamando al albergue de Delhi, verificaron la identidad de Amaia porque sino nos quedábamos en la calle.

Por cierto que, y para contar una de las últimas jugadiñas de la picaresca india, recordamos como el ricksawer que nos llevó hasta el hotel nos dio unas anotaciones escritas por viajeros, recomendándonos que hiciésemos un “tour organizado” con él, pero no necesitábamos un conductor para lo que queríamos hacer al día siguiente. El caso es que el hombre no se piró de nuestro alojamiento hasta que le dijimos que si acaso estaba lejos, hacíamos trato para ir de la fortaleza a la estación de bus (porque decidimos que no volveríamos a jugárnosla con otro tren). Total, que nos dio un precio altísimo alegando que estaba muy lejos, cuando el recepcionista del hotel nos marcó la estación le miramos con una cara… ¿lejos no? ¡Pero si está a tiro piedra!, entonces sí, se piro todo indignado.
 
La ciudad de Agra fue toda una sorpresa… y no Agradable, exactamente. La vivimos como el climax del agobio al viajero y del basurero callejero. Siendo uno de los principales lugares turísticos, tampoco fue de extrañar, pero tal vez, pensábamos, el ayuntamiento tuviese algo “escondida” la realidad de la ciudad para los turistas que vienen en tour organizado y sólo pisan el Taj, pues no. Auténtica era, porque desde el barrio más del extrarradio que vimos hasta las puertas del Taj Mahal estaba parecido.   
 
Pero, tras las puertas de la muralla, protegida de exterior, allí estaba, luminoso e imponente, el Taj-Mahal, aquella bellísima estampa que tantas veces habríamos visto. Quizá no fue la mejor fecha para visitar el hermoso mausoleo, pues hacía frio (¡o fresco!) y una espesa niebla amenzaba con devorar el bello edificio. Aun así, fue muy bonito y romántico ver aquella maravilla del mundo. 
 
 

El mausoleo más bello de la historia, fue construido en el siglo XVII por orden de un emperador musulmán para honrar la memoria de su amada tercera mujer que había fallecido tras dar a luz a decimocuarta hija. Tanto el exterior como el interior del mausoleo es muy sobrio. Sólo las escrituras en árabe del Corán y algunos adornos florales hechos en pietraviva con piedras semipreciosas se atreven a quitar protagonismo a la armónica estructura erigida íntegramente en mármol  blanco con la pericia de, se cree, unos 20.000 trabajadores, a los que por cierto, dice la leyenda, que junto a los arquitectos, ¡cortaron las manos para que no pudiesen volver a construir algo tan bello! Habladurías, deseamos.




El emperador no pudo disfrutar de su espacio silencioso dedicado para su mujer por mucho tiempo, pues uno de sus hijos le arrebató el poder y le encarcelo durante sus últimos años de vida. Una vez muerto, decidieron que sus restos descansaran en paz junto a su mujer. Aquí, hay quien dice, le hicieron otra puñeta, pues se supone que él quería que le construyesen para él otro mausoleo similar, pero en mármol negro y en la orilla contraria del rio.



La verdad es que se alzaba brillante, bueno o eso intuimos entre la niebla, limpia y cuidada. Una burbuja que parecía mentira estar en la ciudad que sabíamos, había fuera. De hecho, se dice, que el mausoleo se estaba amarilleando de tanta polución que hay, y que cada cierto tiempo le dan un lavado y le echan un producto para mantenerlo blanco y brillante. Un brillo que deslumbra la ciudad, un brillo del que carece la ciudad.
Tras charlar un rato con el dueño del único restaurante majo que encontramos y coger nuestros sándwiches, nos acercamos al fuerte. Dimos un route alrededor, porque la entrada era carita y tampoco teníamos mucho tiempo para ir a por el bus. Después empezó la búsqueda del transporte perdido…

¡Nos encontramos con Doña Rogelia!

Pues la estación estaba cerca ¡pero no así el bus! Tener que ir hasta el parking de la agencia nos dio la oportunidad de conocer más la ciudad, de alucinar más todavía… Aún a día de hoy recordamos toda aquella basura aglomerada al lado de hogares, aquellos ríos negros, aquella propaganda anunciando estupendísimos hogares burbuja y aquel trato tan poco agradable hacia el viajero.
 

Por cierto que, con el autobús no hubo mucha más suerte que con el tren! Jajajajajaaa Esta vez la niebla no fue mayor problema pero resultó que la carretera principal estaba cortada con lo que tuvimos que ir entre pueblos, atravesando una preciosa zona rural… ¿Total? ¡Otras ocho horas! jajajajajajaa

25 ene 2013

Delirante Delhi

La entrada a la capital, entre una niebla sumamente densa, nos trajo una inesperada sorpresa (cosa rara en este país, ¡ja!). Teníamos que coger el metro para llegar a nuestro albergue, pero la estación donde nos debíamos apear estaba cerrada. Y la anterior. Y la posterior… y unas cuantas más. No nos supieron explicar por qué. Decidimos acortar distancia para el tuk-tuk o taxi que cogiésemos, así que salimos en la boca de metro más “cercana”. Al salir, vimos un grupo de militares con las armas en mano, y hasta en los dientes. Nos empezábamos a asustar un poco…
 

Preguntamos para coger un ricksaw, pero es que además había calles cortadas también, y nos mandaron a una oficina de turismo. Habíamos leído que muchas veces te llevaban a oficinas de turismo falsas, asique va, démosle una ración extra a la desconfianza que sentíamos en ese momento y surge una bienvenida inolvidable.
Llegados allí, el chico nos puso al día de la situación: habían violado y asesinado a una mujer y el pueblo estaba con sed de venganza, manifestándose para que los ahorcaran, y es que también hacia poco que violaron a otra chica, que puso varias denuncias, pero que la policía ignoró hasta que, no pudiendo soportar la situación de ver y aguantar el acoso de sus violadores día sí, día también, la mujer decidió quitarse la vida.
En la oficina de turismo nos dijeron que si deseábamos cambiarnos del albergue (sito bien cerca de la fiesta manifestante) a un hotel en una zona más tranquila ellos se encargaban. Como no nos acabábamos de fiar de aquella oficina y sabiendo del porqué de las manifestaciones, decidimos quedarnos donde habíamos reservado. Nos dieron un consejo acerca de la visita a Agra, nos recomendaron coger un tour organizado puesto que los trenes tardaban mucho o se cancelaban, pero pensamos que sería un farol más… Mas como comprobaríamos, no fue así.
El único albergue que encontramos en India era de los años 70, estaba vacío y envuelto como lo encontramos por la niebla, daba una sensación escalofriante… pero una vez que charlamos un poco con el personal estuvimos muy agustito.
Delhi, la capital de India nos esperaba con su fuerte rojo y demás… y nos sigue esperando. No hicimos prácticamente nada de turismo. Las cosas salieron distintas a cómo las habíamos pensado, oootra vez.
 
Dimos los primeros días a hacer tranquilamente nuestro visado de Birmania (y temas de alojamiento y tal, que al no ser un país muy dado al internet estaba difícil), descansar, ¡más!… e ir al cine a ver la película más esperada del año: The Hobbit. El tráiler lo vimos en Amberes, donde ya nos pusieron los dientes largos, pero después de hablar con el primo de Mikel y darnos envidia, de la mala como diría una amiga, no podíamos dejar pasar la oportunidad de ir a verla al cine, aunque fuera en un cuchitril y en versión Bollywood, todo fuese por meternos dentro de la Tierra Media de Tolkien, donde la naturaleza es impresionante, aunque sea imaginaria.
Dimos con un cine, nada, sólo películas indias. “Probad en aquel otro” nos dijo la amable taquillera. Y sí, ahí estaba su inconfundible nombre en inglés. El cine parecía no tener muy buena pinta, asique tras ofrecernos dos tipos de entrada optamos por la más cara. Tras pasar por el detector de armas, subimos las escaleras para entrar en el cine más fashion que hayamos visto jamás, increíble. La sala con sofás, ¡sofás! Con sus correspondientes cojines a juego, una pantalla enorme y un sistema de audio apabullante.
Tanto nos metimos en la Tierra media que no queríamos salir del cine cuando acabó la peli, se estaba tan agustito en aquellos parajes naturales, volando a lomos de las águilas… Pero salimos del cine, bajamos las escaleras y entramos de nuevo en la sucia, desnaturalizada y deshumanizada Delhi. Llamamos a Gwaihir, señor de las águilas, pero no vino… Un momento, esos paisajes están sacados de algún lugar de la Tierra, ¿no? ¡¡Ah, Nueva Zelanda, espéranos!! 
Aquí, y en nuestra excursión a Agra, pasamos una navidad diferente. Eso sí, como ya cometamos los regalos no faltaron, inclusive, ese visado que nos abría las puertas para el siguiente país de nuestro viaje, eso sí, recogido con menos de 12 horas de margen con el vuelo… ¡fiuuuh!
 
 

¡Jaaai con Jaipur!

Compartimos literas de vagón con varios urbanitas de la capital que volvían de sus vacaciones. Fue muy curioso enterarnos que realmente aquellos billetes de emergencia que habíamos conseguido no venían de ninguna cancelación, sino que, como nos explicaran, suelen reservar todo un vagón para vender sus billetes en Talkal, en emergencia: más caros…
 

Llegamos de madrugada y, en contra de lo que nos habían dicho en el correo del guesthouse al que íbamos, nos fiamos de un joven ricksawer que muy amablemente nos llevó hasta allí. La jugada salió bien, no sabemos si por las horas que eran o porque el chaval era noble, pero por lo que oímos no es lo habitual. Muchos ricksawers deben dedicarse a hacer la famosa jugada de “llevarte de tiendas” para llevarse una comisión.
 
Este chaval nos ofreció hacer un route por los principales lugares de la ciudad, pero habiéndonos ubicado decidimos hacerlo por nuestra cuenta. Se sintió ofendido, creía que pensábamos que nos quería engañar, “dadme una oportunidad” decía, pero no es que no nos fiásemos de él, es que queríamos patear bastante y no nos salía a cuento. Esta situación nos llevó a pensar acerca de lo difícil que tiene que ser  ser honesto en un negocio y una ciudad con tanto chanchullo y en la que hasta su gente local te dice que no te fíes de uno sólo…

Bueno, Jaipur, la ciudad rosa, por aquello de la hospitalidad… que mucho dijeron, creemos (como curiosidad aquí se batió el record de espera para comer (¡un sándwich!), ¡con el insólito tiempo de 1,5 horas!). Lo que nosotros nos encontramos fue una ciudad bastante grande, más marrón que rosa y en donde las cometas de los niños volvían a alzarse tan alto como podían. Tal vez por su cercanía a la capital, y por el elevado número de su población, creímos que sería una ciudad bastante prospera, pero por las zonas que nos movimos tampoco es que notásemos un desarrollo mayor al de otras ciudades de India.

De hecho, posiblemente por esto, además de por el cansancio acumulado, estuvimos más tiempo en la habitación que fuera, explorando… Tras los primeros escarceos algo nos decía que iba a ser difícil llevarnos gratas sorpresas. Así que aprovechamos bastante para actualizar el blog, preparar nuestra pronta partida a Birmania,  hacer un cibernético "tourturísticodoméstico" por Donosti, eso sí sin audioguía, ;P, y descansar… ¿De qué? Si nos estábamos pasando más tiempo “descansando” que en acción… pero es que India ha sido, con diferencia, el lugar en el que más tiempo hemos descansado ¡y sin embargo más cansados nos hemos sentido!

Fuimos a conocer la zona de palacio, de cuyo recinto sobresale el Hawa mahal, una especie de mirador secreto, con forma de panal de abeja, donde las mujeres del Marahá podían contemplar la vida fuera de su “carcel” sin ser vistas. Insistimos, tal vez porque estábamos cansados, pero para ser el punto fuerte de la city, nos dejó algo templados. No obstante, junto al callejeo por el infinito bazar, fue una visita que valió la pena.


Alex y Claire, nuestros gabachitos favoritos, estaban a unos 180 km, pero tenían un “tour express” organizado por la familia de él, y no había margen para el encuentro. Hicimos cábalas para poder vernos, tal vez en Delhi, a su regreso de Rajastán, pero sólo era posible si hacíamos un parón de unos cuaaantos días. Saturados como empezábamos a estar de India, y aunque, con pena de no vernos, decidimos adelantar nuestra entrada en Birmania.

Tras esperar en vano al joven ricksawer, que nos dejó en la estacada en la cita madrugadora para ir a la estación, nos montamos en el tren más fashion que jamás podíamos haber esperado en India, pero es que, claro, nos íbamos a la capital: Delhi.

Fue curioso como desde nuestro asiento, y antes siquiera de que el tren se moviese, empezamos  a ver una nueva India. Desde nuestra ventanilla veíamos el andén de quienes esperaban un tren con un destino menos ambicioso, veíamos más de la India que habíamos conocido, con todos esos rostros compungidos por una vida dura, en una tierra sucia. Algunos sonrientes, la mayoría no, unos pobres, otros más. Mientras que por la ventanilla del lado contrario, veíamos a quienes habían tenido acceso a una educación y unos bienes impensables para la inmensa mayoría de la población de India. Vestidos con las marcas más lujosas, compraban revistas de tecnología, economía o salud antes de subir al tren. Delhi, ¿nos esperas con la “cara bonita” de India?