27 ene 2013

Agridulce Agra

Una escapada de un día para visitar el Taj Mahal. Esa era nuestra idea, un plan express... ¡Ja!


Tras madrugar y recoger nuestros regalos del Olentzero, circulamos para una de las estaciones de tren de Delhi a por nuestro Taj-express de las 7 que nos dejaría a las 10 en Agra. Tendríamos tiempo para visitar el famoso mausoleo e incluso el fuerte antes de las 19:00, hora en que otro Taj-express nos devolvería a la capi. Pero algo paso al margen de la voluntad de Amaia y Mikel… ¡Tren cancelado! ¡Eeeeh! Las legañas salieron disparadas, junto a nuestros ojos, “¿y ahora qué hacemos?”
Bueno, lo primero, reclamar nuestras perricas. Llegamos a una ventanilla con poca gente, jejeje, pero no nos dimos cuenta de que no era para extranjeros y supuestamente no podíamos estar, una señora con cara de poco amigos, nos quiso echar de la fila, pero ¡eh! leímos que era sólo para mujeres, “y mire usted, señora, que da la casualidad de que Amaia es mujer, cállese la boca y deje de colarse”. Pero no sirvió de mucho, pues el ventanillero nos mandó a otra ventanilla, alegando quéséyo de noséqué, y esta sí, bien petada.

Resumiendo aquella larga reclamación, diremos que sí, finalmente conseguimos nuestro dinero y unos nuevos billetes para Agra, ¡oé oé!. Este tren tardaría algo más, pero aún así llegaríamos bien de hora. Nos juntamos unos cuantos mochileros para encontrar nuestro tren de salida, y pronto dimos con él. Todo correcto hasta que llegamos a nuestro vagón… ¡o lata de sardinas! No es sólo que no tuviésemos asiento, sino que ¡ni siquiera había espacio en los pasillos! La gente estaba metida hasta en el hueco de dejar los equipajes en el techo… Bueno vaaa, muy amables, un par de locales nos dejaron sus dos asientos, para cinco personas jajajajajaa pero, eh, todo un lujazo, ¡así que chitón!

Ahora bien la fiesta no había hecho sino empezar… ¡ja! La que no nos esperábamos era que por escasa visibilidad debido a la niebla fuésemos a tardar, en lugar de las 3 horas esperadas para hacer apenas 200 kms… ¡La escalofriante de 8 horacas! Más tiempo detenidos que en movimiento… Aquello fue horrible.
Nos entretuvimos charlando (y flipando) con un indio, para variar comercial, con el que tuvimos otra conversación sin desperdicio alguno donde oimos aun más clara otra nota de la misma melodía. Pero esa es otra historia, y muy larga. El caso es que disfrutamos de una deliciosa comida-ayuno de navidad, y este sólo era el comienzo.

Llegamos a Agra para las 4 de la tarde, con el atardecer dando su especial luz, cansadísimos y conocedores de que no nos daría tiempo de visitar el mausoleo y la fortaleza, decidimos ir en busca de un hotel. Donde como siempre nos pedían el pasaporte… que teníamos en la embajada de Birmania, pero “¡no problem! Saquemos una de nuestras fotocopias”… ah, que en la mochila de la excursión express no metimos ninguna… Menos mal que Mikel tenía una de emergencia y que llamando al albergue de Delhi, verificaron la identidad de Amaia porque sino nos quedábamos en la calle.

Por cierto que, y para contar una de las últimas jugadiñas de la picaresca india, recordamos como el ricksawer que nos llevó hasta el hotel nos dio unas anotaciones escritas por viajeros, recomendándonos que hiciésemos un “tour organizado” con él, pero no necesitábamos un conductor para lo que queríamos hacer al día siguiente. El caso es que el hombre no se piró de nuestro alojamiento hasta que le dijimos que si acaso estaba lejos, hacíamos trato para ir de la fortaleza a la estación de bus (porque decidimos que no volveríamos a jugárnosla con otro tren). Total, que nos dio un precio altísimo alegando que estaba muy lejos, cuando el recepcionista del hotel nos marcó la estación le miramos con una cara… ¿lejos no? ¡Pero si está a tiro piedra!, entonces sí, se piro todo indignado.
 
La ciudad de Agra fue toda una sorpresa… y no Agradable, exactamente. La vivimos como el climax del agobio al viajero y del basurero callejero. Siendo uno de los principales lugares turísticos, tampoco fue de extrañar, pero tal vez, pensábamos, el ayuntamiento tuviese algo “escondida” la realidad de la ciudad para los turistas que vienen en tour organizado y sólo pisan el Taj, pues no. Auténtica era, porque desde el barrio más del extrarradio que vimos hasta las puertas del Taj Mahal estaba parecido.   
 
Pero, tras las puertas de la muralla, protegida de exterior, allí estaba, luminoso e imponente, el Taj-Mahal, aquella bellísima estampa que tantas veces habríamos visto. Quizá no fue la mejor fecha para visitar el hermoso mausoleo, pues hacía frio (¡o fresco!) y una espesa niebla amenzaba con devorar el bello edificio. Aun así, fue muy bonito y romántico ver aquella maravilla del mundo. 
 
 

El mausoleo más bello de la historia, fue construido en el siglo XVII por orden de un emperador musulmán para honrar la memoria de su amada tercera mujer que había fallecido tras dar a luz a decimocuarta hija. Tanto el exterior como el interior del mausoleo es muy sobrio. Sólo las escrituras en árabe del Corán y algunos adornos florales hechos en pietraviva con piedras semipreciosas se atreven a quitar protagonismo a la armónica estructura erigida íntegramente en mármol  blanco con la pericia de, se cree, unos 20.000 trabajadores, a los que por cierto, dice la leyenda, que junto a los arquitectos, ¡cortaron las manos para que no pudiesen volver a construir algo tan bello! Habladurías, deseamos.




El emperador no pudo disfrutar de su espacio silencioso dedicado para su mujer por mucho tiempo, pues uno de sus hijos le arrebató el poder y le encarcelo durante sus últimos años de vida. Una vez muerto, decidieron que sus restos descansaran en paz junto a su mujer. Aquí, hay quien dice, le hicieron otra puñeta, pues se supone que él quería que le construyesen para él otro mausoleo similar, pero en mármol negro y en la orilla contraria del rio.



La verdad es que se alzaba brillante, bueno o eso intuimos entre la niebla, limpia y cuidada. Una burbuja que parecía mentira estar en la ciudad que sabíamos, había fuera. De hecho, se dice, que el mausoleo se estaba amarilleando de tanta polución que hay, y que cada cierto tiempo le dan un lavado y le echan un producto para mantenerlo blanco y brillante. Un brillo que deslumbra la ciudad, un brillo del que carece la ciudad.
Tras charlar un rato con el dueño del único restaurante majo que encontramos y coger nuestros sándwiches, nos acercamos al fuerte. Dimos un route alrededor, porque la entrada era carita y tampoco teníamos mucho tiempo para ir a por el bus. Después empezó la búsqueda del transporte perdido…

¡Nos encontramos con Doña Rogelia!

Pues la estación estaba cerca ¡pero no así el bus! Tener que ir hasta el parking de la agencia nos dio la oportunidad de conocer más la ciudad, de alucinar más todavía… Aún a día de hoy recordamos toda aquella basura aglomerada al lado de hogares, aquellos ríos negros, aquella propaganda anunciando estupendísimos hogares burbuja y aquel trato tan poco agradable hacia el viajero.
 

Por cierto que, con el autobús no hubo mucha más suerte que con el tren! Jajajajajaaa Esta vez la niebla no fue mayor problema pero resultó que la carretera principal estaba cortada con lo que tuvimos que ir entre pueblos, atravesando una preciosa zona rural… ¿Total? ¡Otras ocho horas! jajajajajajaa

2 comentarios:

  1. Una de las fotos es como de pesadilla!!! la perspectiva juega una mala pasada o bien os encontrasteis con un enano raro y su pareja más proporcionada pero aún así sin llegar a las medidas stándar!!JE JE JJ

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    1. Nada, Serlock Holmes, es la perspectiva... pero el viaje sí fue un poco de pesadilla, sí!

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