9 ene 2013

Namaste, India!

6:30 a.m. Nuestro bus Kathmandú-Sunauli debería estar esperándonos. Nos bajamos del taxi que nos deja en un lugar que definitivamente no es una estación de buses pero que parece cumplir con dicha misión, a juzgar por la cantidad de gente cargando con petates, no por la ausencia de buses en sí, clarooo. Desconfiados, damos cerca con la agencia que lleva nuestra línea de autobús. Nos invitan a “tomar asiento”, el bus llegará en una hora.

No habíamos dado ningún contacto telefónico, por carecer de él, ya que esa compañía telefónica que tiene una gota de sangre como símbolo ya se había encargado demasiado bien de chuparnos la cuenta bancaria y decidimos prescindir de sus servicios. Por esto, no se pudieron poner en contacto con nosotros para avisarnos del retraso que tendrían por una avería mecánica ¡y esto lo supieron con un día de adelanto! Podemos leer entre líneas que el primer bus de la mañana no se petó y simplemente decidieron pasarnos al siguiente bus (jugada que nos comeríamos unas cuantas veces más, por cierto). Total, una hora más tarde salimos de allí en un remolque que usa la compañía para llevarnos a…. ¡la estación de autobuses de Kathmandú! Donde pasamos un par de horas más esperando… algo.  Al menos tuvimos buena compañía, resultó que Katherine iba en el mismo bus (eso sí, la agencia con la que lo contrató le empaquetó el doble de lo que realmente costaba el billete, ¡por guapa!).

El camino duró todo el día,  bueno teniendo en cuenta que el autobús salió finalmente para las 10 ya pensábamos que no llegábamos a tiempo a la frontera, y de hecho ahí ahí anduvimos. El autobús nos dejó al atardecer en medio de una carretera, a unos pocos kms de la frontera con India. Tras sacar nuestras mochilas del bus, o bueno, tras sacar muchos kilos de polvo, arena y demás suciedad con una mochila adosada, cogimos un par de tuk-tukkers que nos querían llevar prestos a las Indias, ¡y es que no quedaba mucho para el cierre de frontera! Pedaleo a pedaleo y en 20 minutos nos plantamos en el cruce. Con todo lo que nos costó hacer el visado, el sellado de entrada fue de lo más sencillo (además de la primera frontera que cruzamos sin chequeo de mochilas) y, efectivamente, no nos pusieron ninguna traba por tener el visado caducado por un día. Hasta nos dieron el Welcome to India! Bienvenidos!
Nuestro primer destino en India era Varanasi. Según nuestros planes, debíamos coger un bus que nos llevase a Gorakhpur y de allí coger un tren nocturno para llegar por la mañana a la ciudad del Ganges... pero hacer planes en India, como ya iríamos descubriendo es misión imposible. Finalmente nos apuntamos a compartir un jeep, que supuestamente iba a llevarnos más rápido que el autobús, pero como querían petarlo de viajeros, y algunos de estos viajeros querían llevarse “ciertas sustancias” que llevan su tiempo catar y comprar discretamente, pues tardamos casi más. Finalmente nos plantamos en Gorakhpur donde fuimos directos a las taquillas de la estación de trenes más, sucia no, nauseabunda, que hemos pisado. ¿Mordor? Nos reímos.  Habíamos oído que era muy improbable comprar billetes para el mismo día, pero para cabezotas... Después de marearnos y pasarse al guiri entre las ventanillas, dimos con alguien que nos “atendió”, conseguimos billetes pero para el tren de las 5 de la mañana. Estábamos reventaicos, asique nos fuimos a un hotel a descansar. Debió de sonar el reloj, pero así cómo de cansados que ni lo escuchamos, fue gracias al frío de esa habitación que nos despertamos para… ¡clarooo! las 5 de la mañana. Corrimos a por el tren, ¡con las mochilas y a lo loco! Menos mal que los horarios en India son aproximados, vamos, tardiiíos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario