15 ene 2013

Khajuraho y el Kamasutra

Un tren-cama nos llevaría hasta Khajuraho. En la estación de Varanasi, nos juntamos unos cuantos guiris en la oficina dedicada al extranjero (todo un lujazo que pocas estaciones ofrecen). Nos dijeron que el “guarda para extranjeros” nos indicaría el andén donde estaba apeado nuestro tren. Y muy amable así lo hizo, incluso nos regaló un consejo en el último momento, cuando su rostro se oscureció: -“Cuidado con vuestra cartera, cuidado con vuestro pasaporte, cuidado con vuestras mochilas. No os durmáis.” Al punto, su rostro volvió a iluminarse y se despidió con un alegre “Disfrutad del viaje”. Podéis imaginar nuestros caretos…
 

 Pero nada más lejos de la realidad. Fue un viaje nocturno de lo más agradable y tranquilo. Una vez más estábamos en 3ª clase, pero en esta ocasión lo hacíamos rodeados de guiris, y sentimos que era muy improbable que nos pasara nada. Allí nos encontramos con una pareja catalana majísima, Luis y Montse, con la que pudimos parlotear tan gustosamente en castellano… ¡qué placer!


A nuestra llegada nos esperaba nuestro rickshaw. Sí, sí, nuestro. Habíamos concretado un pick-up gratuito desde la estación con nuestro alojamiento. Qué gustazo que nos vinieran a buscar, con el cartelico con nuestro nombre y todo, y que nos llevara directamente al hotel sin tener que pelear.


Khajuraho es conocida como la ciudad del Kamasutra, ya que en sus templos se puede ver toda clase de figuras talladas en posturas de lo más picantes… Y es que aquí se veía de lo más natural este tema. Aquí resultaba de lo más divertido el abordaje de los vendedores cansinos pues no traían otra cosa que barajas de cartas con cada posturita, juegos de dados calentitos, libros con todo lujo de detalle, etc.

La ciudad, bueno, en realidad agradecimos mucho que se tratase más bien de un pueblo grande, se encuentra rodeado de templos, que al parecer estuvieron largo tiempo olvidados por el pueblo Indio y que volvieron a “salir a la luz” con el “descubrimiento” de un expedicionario británico. Nosotros sólo fuimos a los que mejor conservados se encuentran, los de la zona oeste. La entrada era más cara para los extranjeros que para los locales, mucho más (aunque la diferencia era menor que otras que nos encontraríamos). Igualmente mereció la pena pagarlo.


Pasear relajadamente por sus jardines contemplando y adentrándose en sus templos, junto a nuestra deliciosa estancia en un hotel baratito y con vistazas fue lo que necesitábamos tras Varanasi. Aquí, aprovechamos para recargarnos las pilas: nos regalamos un masaje con medicina ayurvédica que fue revitalizante y desestresante y bueno… Amaia tuvo su bautizo particular a través de Siro-dhara, un tratamiento reequilibrante basado en derramar aceite esencial sobre la frente, toda una experiencia.



Sin embargo, también fue aquí donde empezamos a ser plenamente conscientes de que Diciembre no era el mejor mes para viajar en este país. El alto número de turistas y desplazamientos internos por fiestas hacen de él un horror para reservar alojamientos y desplazamientos, especialmente nuestros queridos trenes. ¡Pero nos iríamos apañando!


El pueblo y sus gentes, especialmente los más jóvenes nos recordaron lo mucho que nos gustan los pueblecicos y sus momentos de charlas, en su calma. Y este complejo de templos fue una deliciosa forma de abrir apetito para todos aquellos que estaban por venir.

 

2 comentarios:

  1. Qué guapetes se os ve!! no sé si será por lo bien que os sientan las vestimentas o por ese brillo especial en los ojos, ..... qué? os dejastéis llevar por el ambiente liberal que os rodeaba, eh!!!! jejejj


    (no hace falta que contestéis, es una pregunta retórica y su respuesta podría resultar incómoda!!!)

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