24 ene 2013

Salida y meta, mismo punto

Y en estas que viajando, a veces me pregunto por qué hago todo esto, cuál es la razón por la que me he metido en un embolado semejante.

Ver tal o cual lugar, conocer tal o cual cultura… Y si bien es cierto que esto es muy enriquecedor, “quien vive ve, pero quien viaja ve más”, también debo reconocer que más de una vez me encuentro habiendo idealizado esos lugares, esas culturas, y llevándome por ende, un pequeño chasco. ¿Qué es lo que esperaba? Tal vez algo a lo que aparentemente no tuviese acceso en mi lugar de origen…
 
Hace tiempo, una persona muy querida, entregada durante sus más de 30 últimos años a un arte extranjera, me dijo algo que me marcó muchísimo. Ante mi insistencia acerca del porqué aún no había viajado al país donde su arte nació y es, hoy día, afanadamente desarrollada y reconocida; se limitó a responderme que -“¿Para qué? Puedo continuar desarrollando mi arte aquí”.
La idea que me lanzó, o cómo yo la encajé es, pues: ¿Para qué gastar tiempo y energía (además de dinero) yéndote lejos a buscar algo que está aquí, que puedes desarrollar tú porque está en ti?
Algo en mi interior me dice que está en lo cierto, que no hay nada ahí fuera que no podamos encontrar en nuestro interior. Sin embargo, a día de hoy, no consigo quedarme completamente satisfecho, en paz, en mi lugar de origen, con lo puesto. ¡Aún estoy conociéndome a mí mismo! Estoy encontrando aspectos de mí que están latentes y que saltan magnéticamente cuando estoy en ciertos lugares, inmerso en ciertas culturas. Como si me recordasen, como si las recordara. Por eso estoy haciendo este viaje: Para verme reflejado en un lago ruso, en la taza de un té japonés o en la mirada de un monje birmano y reconocerlo con todo mi ser, reconocer todo mi ser.
El viaje comienza a ser más hacia el interior que hacia el exterior. Hoy, viajo a sabiendas de que, "Quien viaja va por el mundo en busca de lo que necesita y vuelve al hogar para encontrarlo".  

No hay comentarios:

Publicar un comentario