25 ene 2013

Delirante Delhi

La entrada a la capital, entre una niebla sumamente densa, nos trajo una inesperada sorpresa (cosa rara en este país, ¡ja!). Teníamos que coger el metro para llegar a nuestro albergue, pero la estación donde nos debíamos apear estaba cerrada. Y la anterior. Y la posterior… y unas cuantas más. No nos supieron explicar por qué. Decidimos acortar distancia para el tuk-tuk o taxi que cogiésemos, así que salimos en la boca de metro más “cercana”. Al salir, vimos un grupo de militares con las armas en mano, y hasta en los dientes. Nos empezábamos a asustar un poco…
 

Preguntamos para coger un ricksaw, pero es que además había calles cortadas también, y nos mandaron a una oficina de turismo. Habíamos leído que muchas veces te llevaban a oficinas de turismo falsas, asique va, démosle una ración extra a la desconfianza que sentíamos en ese momento y surge una bienvenida inolvidable.
Llegados allí, el chico nos puso al día de la situación: habían violado y asesinado a una mujer y el pueblo estaba con sed de venganza, manifestándose para que los ahorcaran, y es que también hacia poco que violaron a otra chica, que puso varias denuncias, pero que la policía ignoró hasta que, no pudiendo soportar la situación de ver y aguantar el acoso de sus violadores día sí, día también, la mujer decidió quitarse la vida.
En la oficina de turismo nos dijeron que si deseábamos cambiarnos del albergue (sito bien cerca de la fiesta manifestante) a un hotel en una zona más tranquila ellos se encargaban. Como no nos acabábamos de fiar de aquella oficina y sabiendo del porqué de las manifestaciones, decidimos quedarnos donde habíamos reservado. Nos dieron un consejo acerca de la visita a Agra, nos recomendaron coger un tour organizado puesto que los trenes tardaban mucho o se cancelaban, pero pensamos que sería un farol más… Mas como comprobaríamos, no fue así.
El único albergue que encontramos en India era de los años 70, estaba vacío y envuelto como lo encontramos por la niebla, daba una sensación escalofriante… pero una vez que charlamos un poco con el personal estuvimos muy agustito.
Delhi, la capital de India nos esperaba con su fuerte rojo y demás… y nos sigue esperando. No hicimos prácticamente nada de turismo. Las cosas salieron distintas a cómo las habíamos pensado, oootra vez.
 
Dimos los primeros días a hacer tranquilamente nuestro visado de Birmania (y temas de alojamiento y tal, que al no ser un país muy dado al internet estaba difícil), descansar, ¡más!… e ir al cine a ver la película más esperada del año: The Hobbit. El tráiler lo vimos en Amberes, donde ya nos pusieron los dientes largos, pero después de hablar con el primo de Mikel y darnos envidia, de la mala como diría una amiga, no podíamos dejar pasar la oportunidad de ir a verla al cine, aunque fuera en un cuchitril y en versión Bollywood, todo fuese por meternos dentro de la Tierra Media de Tolkien, donde la naturaleza es impresionante, aunque sea imaginaria.
Dimos con un cine, nada, sólo películas indias. “Probad en aquel otro” nos dijo la amable taquillera. Y sí, ahí estaba su inconfundible nombre en inglés. El cine parecía no tener muy buena pinta, asique tras ofrecernos dos tipos de entrada optamos por la más cara. Tras pasar por el detector de armas, subimos las escaleras para entrar en el cine más fashion que hayamos visto jamás, increíble. La sala con sofás, ¡sofás! Con sus correspondientes cojines a juego, una pantalla enorme y un sistema de audio apabullante.
Tanto nos metimos en la Tierra media que no queríamos salir del cine cuando acabó la peli, se estaba tan agustito en aquellos parajes naturales, volando a lomos de las águilas… Pero salimos del cine, bajamos las escaleras y entramos de nuevo en la sucia, desnaturalizada y deshumanizada Delhi. Llamamos a Gwaihir, señor de las águilas, pero no vino… Un momento, esos paisajes están sacados de algún lugar de la Tierra, ¿no? ¡¡Ah, Nueva Zelanda, espéranos!! 
Aquí, y en nuestra excursión a Agra, pasamos una navidad diferente. Eso sí, como ya cometamos los regalos no faltaron, inclusive, ese visado que nos abría las puertas para el siguiente país de nuestro viaje, eso sí, recogido con menos de 12 horas de margen con el vuelo… ¡fiuuuh!
 
 

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