8 nov 2012

Uno bajo el cielo

Acomodo mi cabeza en la almohada, improvisada con ropa, y mientras el sueño viene a mi encuentro, reflexiono acerca de la idea del Khan.

 
"Un solo pueblo, unido bajo el cielo azul"

Cada ser sabiendo ser único, al tiempo que uno más. Diferente, pero de exacto valor. Conocedor de unos colores, desconocedor de otros. Pequeño y precioso hilo en el elaborado entramado del telar cósmico, insustituible, en su lugar, pero ni una pizca má valioso que los hilos que lo acompañan  a los lados o lo cruzan una, dos e infinitas veces.

"Un solo pueblo, unido bajo el cielo azul"

Donde no importen tanto las diferencias externas como las similitudes internas. Donde las únicas distinciones en el trato sean para dar a cada cual lo que entonces necesite para vivir, lejos de lo que caprichosamente se quiera. Donde se sepa cerrar un círculo enorme entre todas las personas, ser uno, como esta rica y colosal tierra.

Soñador... tantas veces me lo han llamado... pero no soy el único, no soy el único.

El sueño me encuentra con una sonrisa en el rostro, me da la mano y me invita a pasear por sus indómitos dominios.


Estoy tiritando. El frío traspasa el saco de dormir y clava sus colmillos helados en mi cuerpo, atenazándolo.Todos duermen, incluso el fuego.
Salgo del capullo de seda, pero no como una mariposa libre al viento. Siento mi cuerpo rígido, contraido, apegado a la tierra.
Tras lo que parece una eternidad consigo despertar al fuego, y debido al ruido y la luz, puede que a alguien más. O tal vez hayan sentido la primeras caricias de las llamas y sea por eso por lo que ahora lucen unos rostros más plácidos... De cualquier manera, vuelvo a respirar sin temor a que se me hielen los pulmones.

¿Cuánto tiempo llevo aquí, hipnotizado frente a estas cálidas danzarinas?
El fuego también es un cuentacuentos muy versado, puedes pasarte noches enteras escuchándolo, ni siquiera él sabe cuando empezó a contar historias.

Salgo de la ger. La noche ha pedido silencio al viento, que se ha ido  a otro lugar en busca de fiesta.
Sin siquiera pestañear, y sin poder impedírselo, mis ojos saltan hacia el cielo. Una nueva noche estrellada estalla contra mis pupilas.
En un instante he dejado de sentir el frío, es más, he dejado de sentir mi cuerpo y la tierra que lo sostiene. Me desvanezco pero no desaparezco; me fundo con las estrellas, la vía láctea, el universo.
No tengo ninguna forma, y sin embargo, soy parte de todas las cosas.
No estoy aquí ni allá pero estoy en todos los lugares.
No soy nada, y lo soy todo.
Sin espacio, sin tiempo, sin materia. Aquí, ahora, soy.

Un escalofrío me devuelve a la tierra, a esta fría noche del septiembre mongol, a mi cuerpo.
Me miro las manos, sonrío.
No somos nadie, y somos todos.




 

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