21 nov 2012

Guerreando en Xi´An

Xi´An nos defraudó un poco, bueno, para qué engañarnos, nos llevamos un buen chasco. Tal vez nos esperábamos una ciudad un poco más tradicional por la imagen que los guerreros de terracota nos habían formado en la mente, no lo sabemos, pero teníamos una idea bastante diferente de lo que aquí nos esperaba.
Fuera de lugar
 La ciudad en sí no tenía mucho para ver, y la zona céntrica, el corazón de la ciudad, con su enorme muralla custodiándola, estaba repleta de centros comerciales. Más que estar en el centro, te sentías dentro de un infinito centro comercial. Abarrotado de tiendas. No hemos visto algo igual hasta la fecha. En su núcleo, estaba la torre de la campana, en medio de una grandísima rotonda de tráfico, con lo que para entrar tenías que acceder vía subterránea.
 

Tras instalarnos y juntarnos de nuevo con Mehdi en un albergue precioso y con un genial equipo a su cargo, fuimos a visitar una de las zonas más populares: el barrio musulmán, sí, musulmán, ya que al ser esta ciudad un punto clave de la ruta de la seda, un creciente número de mulumanes se habían instalado aquí. A lo largo del tiempo habían ido trayendo pedacitos de su cultura hasta esta ciudad. Su cocina, sus ropas, su religión… donde vimos un templo que habían trasformado en mezquita. Allí, en la gran mezquita templo, nos encontramos a unos chinos practicantes de esta religión practicando caligrafía sobre el suelo con agua y pincel. Donde Mikel aprovechó a repasar y a recibir unas clases particulares.  También “disfrutamos” de los colores y sabores de su bazar.
 

 
Ya por la tarde, y aprovechando todos aquellos centros comerciales fuimos en busca de una mochila nueva para Mikel, ya que la de el no era tan buena como aparentaba ser y ya se tenía partes rotas. Fue una odisea encontrar la mochila… ya habíamos pasado horas y horas regateando en Pekin y ahora aquí, pero la casa de un caracolito bien merece su buena elección, vaya peor que el dicho de que las mujeres somos muy complicadas para las compras!
Lo mejor fue verle comprarse la mochila más fea del mercado, y sin ser ¡VERDE! Jajajajaj. Pero él sabía que era la mejor, asique es lo que tocaba. Para más inri, y tener una buena relación le puso un nombre:¡¡¡ Narutina!!!
 
 
El último día lo dedicamos a ver Los Guerreros de Terracota, que se encuentra a las afueras de la ciudad. Dejamos las mochilas en la estación ya que a la vuelta partiríamos a Guillin.
Habíamos leído y oído que para ver el complejo, era mejor empezar por el final. Primero el museo, dónde explica la historia y puedes situarte en el tiempo, despúes la 3 pit o sala, que es donde menos guerreros hay escavados, luego la 2ª y por último la 1ª.



Esta última es el mayor pabellón de todos y es donde se encuentran más cantidad de guerreros y mejor conservados. Nada más entrar te encuentras a todos ellos de frente, pero no pudimos disfrutar del todo de aquel momento ya que  los guardas nos apremiaron y nos obligaron a continuar el recorrido para evitar aglomeraciones. A lo que les respondimos un internacional: “Ala majos!, que hemos pagado. Déjanos tranquilos” Pero se pusieron más   pesados y tras sacar varias fotos nos fuimos de mala gana y con cierto cabreo. Después vimos que era para unos VIPs, altocargos militares, que disfrutaron de sacar fotos todo el tiempo que quisieron y desde una zona más baja de la que dejaban acceder al pueblo llano.



Puede que tuviéramos una idealización de los Guerreros, ya que las imágenes que tenemos en mente no concuerdan con la realidad. Toda la gente con la que hemos topado han coincidido con esta opinión.
¿Alguien se apunta a hacer este puzzle?
Tras la visita a los Guerreros nos aguardaba una tediosa y alargada espera en la estación de tren. Estabamos a punto de meternos en el taryecto de tren más largo que haríamos en China, y a pesar de haber hecho las reservas y habernos pelado con uñas y dientes por conseguir billetes en “hardsleeper” (con cama), no pudimos hacernos con otra cosa que, sí, unos “excelentes” Hardseat, o sea, muerteee.
 

El tren llegó a la estación y una vez en su interior pudimos pasar a conocer a nuestros vecinos, bueno, qué vecinos, unos más de la familia, ¡carne con carne, oye! Estabamos tratando de mentalizarnos de que nos esperaban 27 horas en esas condiciones: separados, con luz toda la noche, bien prieticos, congelados con un aire acondicionado bloqueado en 18º, tol barullo, los vendedores de plantillas de gel hipermegasaludables, espejitos mágicos, juguetes de niño para crezcan traumatizados, etc… cuando nos dimos cuenta de que no podíamos resignarnos. A esperanza es lo último que se pierde, eso, y que Mikel es un pesado y que el universo le debía un favor muy grande a Amaia por haber dejado su asiento a una pareja, para que ellos sí, pudiesen sentarse juntos.
Así que nos pusimos manos a la obra. Ya que ahí no íbamos a poder dormir nos decidimos a hacer la guerra hasta conseguir un lugar apto para dormir, aunque fuese un par de horas. Tratamos por todos los medios de revender nuestros billetes, comprar unos con cama. Nos entendían, vaya que sí, pero la jugada no era tan sencilla… No satisfechos con la respuesta de que era imposible nos decidimos a explorar los vagones con cama, a ver sí algo podíamos hacer. Y en esas, que, ea, el universo obró y nos dio, no dos camas, sino las camas en el mejor de los vagones: el de los propios trabajadores, y por tanto el más cuidado y silencioso.
El trayecto finalmente se alargó hasta las 30 horas. Nosotros no podíamos dejar de sonreír, sabíamos que habíamos sido muy afortunados. Lo que nos llevó a la conclusión de que ¡el que la sigue la consigue! Y menos maaaaal jajajjajajajaa

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