29 ago 2012

Amberes express


Amberes nos sorprendió con su orgullo. Orgullosas banderas de la ciudad, nacionales, incluso de los países vecinos, (y no tan vecinos) las de la unión europea y, especialmente, banderas del movimiento orgullo gay, que hondeaban en los balcones de las casa de todo el centro de la ciudad, con el emblema de “El orgullo de Amberes”.


Un corazón formado por señales de prohibición nos dió la bienvenida. No llegamos a entender su significado, si bien pensamos que éste estaría relacionado con el tema de la homofobia, pues las señales son de censura y en buen número, de cosas que, a unos o a otros, alegran la vida.


 
Si bien la estación de trenes y la entrada de la avenida peatonal principal prometían, en general, Amberes no nos gustó mucho. Lo que vimos era muy comercial y la zona del rio junto con el castillo nos supo a poca cosa.

 
Eso sí, somos conscientes de que esto pudo deberse a la cantidad de sitios impresionantes que antecedieron a Amberes y que pudieron “empequeñecerla”. Total, que si nuestra parada ya de por sí iba a ser breve, entre tren y tren, se convirtió en express.



La zona más bonita fue la de la catedral, donde resaltaba una escultura en honor a los obreros que la construyeron y la plaza principal, dónde el Ayuntamiento mostraba banderas de todo el mundo, incluyendo la bandera que creemos, representa a todo el mundo.



 
 
... Si todos somos iguales (y tenemos claro que en la forma esencial así es), qué más dará el color de nuestra piel, los rasgos de nuestra cara, las tradicionales vestimentas de cada país… por qué identificarnos con la bandera de un país (trozo de tela que irónicamente a menudo repite los colores de otras, con la única diferencia de su orden o dirección) que no hace sino ponernos trabas para cruzar, conocer o vivir en otros lugares del mundo… que no hacen sino separarnos, diciéndonos ser diferentes de esas otras personas que, oh, resultan ser iguales, con los mismos anhelos y temores.


Quizás, si lo que defendiésemos fuesen valores y no telares, nos daríamos cuenta de que somos uno.





 
Nos despedimos de Amberes dándole la mano y nos hicimos con una hermosa embarcación, construida por niños de cada rincón del planeta, para llegar por agua hasta los canales de Brujas.
 

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