25 oct 2012

Ulaan Bataar

La entrada a la capital mongola fue algo estresante, como toda capital está no iba a ser menos, pero tampoco esperábamos que en algunos aspectos lo fuese más. Su falta de asfalto en decente estado y su caótico tráfico, con una abusiva falta de señales y semáforos hicieron de nuestra entrada una odisea (más tarde nos enteraríamos de algunas de las curiosas leyes de tráfico para mejorar la circulación, como por ejemplo, que los lunes, los coches que tienen el 7 como último número en la matrícula no puedan circular…) hasta que el bus nos dejó “en algún lugar”, porque aquello ni era estación ni era ná. Todos los viajeros nos hicimos piña para ir en busca de los diferentes albergues, ya que la información que no tenía uno la tenía el otro.
 
La primera impresión de la ciudad no fue precisamente buena. Una contaminación potente, tráfico abrumador, avisos por peligro de robos en demasía, paradójicamente, ¡en la avenida de la paz! (la primera noche, cuando salíamos del albergue para pillar algo de cena nos encontramos con un cartel en la puerta: “No salgáis a la noche a la calle, no es seguro” o_O!) y gente no tan amable como nos la habían pintado hicieron que nos planteásemos si estábamos en el país correcto. Estábamos deseando salir de la city y comprobar que fuera todo era diferente.

Nada más llegar nos centramos en el visado chino, que sabíamos nos tomaría varios días y queríamos dejarlo atado antes de salir a trotar. Como llegamos un miércoles por la tarde, y la embajada china sólo abre lunes, miércoles y viernes por la mañana; un jueves bastante estresante fue suficiente a fin de organizar todos los papeleos para que el viernes pudiésemos realizar el trámite y pedir nuestro visado chinorris. ¡Pero ah, esto sí que fue una aventura!

Resulta que en el albergue que estábamos también nos encontramos con mucha gente realizando el mismo trámite, y si bien el ambiente era un poco estresante, resaltaba más el ambiente cooperativo. Todos nos ayudamos mutuamente, pues una vez más, lo que no tenía uno lo tenía otro. A nosotros la información de los nuevos requisitos (cambiados una semana antes) nos llegó de manos de Louis, un guatemalteco sin parangón en las relaciones sociales que está dando la vuelta al mundo en solitario (pero nunca solo), él nos pasó también los formularios y nos dio el contacto de un hostal donde pudimos hacer una falsa reserva de alojamiento y pedir la carta de invitación al país. Con Nieke y Mick, una pareja holandesa, hicimos la falsa reserva de billetes de avión que demostrasen nuestra entrada y salida de China.
¿Tú qué crees Genghis khan, podrá nuestro ejercito de guiris vencer a la resistencia china?

El viernes, tras el estresante jueves, nos plantamos todos a primerísima hora en la embajada china. Nada más entregar nuestros documentos (un buen tocho, por cierto) nos rechazaron el trámite, alegando que la carta de invitación no estaba bien. Gracias a Dafne y Amorí, una pareja francesa con la que Alex y Claire estaban charlando, conseguimos otra carta de invitación, ahora falsa, pero que esta vez la darían como válida. No fuimos los únicos que fallamos con documentos oficiales y triunfamos con documentación falsa, ¡vaya chiste! Total, que éramos un ejército de extranjeros de diferentes nacionalidades unidos y corriendo en busca de nuestra luz verde de entrada a China. Finalmente, todos conseguimos nuestra entrada ¡ese mismo día! Eso sí a diferentes precios, número de días de estancia y tiempos de espera… Más tarde nos enteraríamos de que este visado (chino desde Mongolia) es uno de los más difíciles de hacer… si ejque…

Contamos con el beneplácito del Khan y su séquito, y la victoria fue nuestra

De cualquier modo, fue uno de los momentazos de Ulan-Bator que se nos va a quedar grabado en la memoria. Entendimos que todos unidos, cada uno aportando diferente información, pero con muchísimas ganas de ayudarnos mutuamente, de cooperar y de dar lo mejor de nosotros es cuando las cosas fluyen y se crea una energía mágica que estamos seguros todos recordaremos. Cuando estás de viaje, los viajeros son como los amigos y la familia que no están contigo. Fue increíble la energía que movimos ese día.


Una vez finalizado el trámite con los chinos, comenzamos a buscar tours y escapadas para hacer en Mongolia. Había muchas posibilidades, la gente se movía mucho entre agencias y albergues para tratar de hacer grupo y realizar alguna excursión. Nosotros queríamos personalizar nuestro recorrido y contábamos con Alex y Claire para hacer grupo. Teniendo en cuenta la posibilidad de que los chinos echasen atrás nuestra petición de visado, nos decantamos por ir primero al parque nacional de Terelj, por nuestra cuenta (pues era una excursión fácil de organizar), pasar unos días y recoger nuestros visado a tiempo. Más adelante ya organizaríamos un tour más elaborado para conocer Mongolia más profundamente. Nos apetecía estar tranquis que tras el ajetreo del visado y todo el santo día hablando en inglés nos llegamos a agobiar un poco, ¡llegando a tener sueños burocráticos en inglés! Jajjajajajaa


Eso sí, antes, dimos un garbeo por la ciudad y visitamos su complejo budista más importante, porque resulta que la mayoría de la población es budista (70%). El chamanismo, la que era su religión predilecta hasta hacía bien poquito, quedó relegada a segundo puesto y no se recuperó ni siquiera con el cruel e insistente ataque comunista sobre Buda y sus seguidores. Pero de esto ya hablaremos…



Ommmh... Nah, esto no funciona.
¡Vámonos fuera de esta estresante ciudad!

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