10 mar 2013

Encontramos el Edén en Koh Phi Phi

 
El viaje en barco desde Koh Lanta partió sobre las nueve de la mañana, nuestras últimas playitas paradisíacas, además de la playa de “La playa” nos aguardaban. Aprovechamos a acabar, o más bien empezar, a ponernos morenos, pues sabíamos que en Vitoria más que tomar el sol… ¡tocaría comer nieve!


Esta es una de las islas más famosas de Tailandia, y no cuesta nada averiguar por qué a medida que te vas acercando. Atrae pues, a una enorme cantidad de personas. Aquí hay para todos los gustos: los amantes de la vida marina gozan desde la propia cubierta, no decimos nada una vez meten el hocico en materia salada…


Los más fiesteros al anochecer montan más escándalo que durante el día, que ya es decir! Están los amantes de los percings y los tatuajes que hacen de esta isla su paraíso particular gracias a los bajos precios y la calidad del arte. O los más peleones que quieren combatir o ver luchar en el Muay Thai. 



Los y las enamorados/as de las compras hippescas tienen también aquí sus chiringuitos. Y los hay romantiquiños empedernidos, que con la sola belleza del lugar están, en el paraíso. Pero sin duda lo que más nos sorprendió fue que parecíamos estar en una isla pirata, ya que muchos de los lugareños, unos marineros otros tatuadores y muchos semejantes a Jack Sparrow…!
 
Como colofón final el último día, cumpleaños de Mikel, lo dedicamos a conocer la isla sur, la cual han respetado como parque natural, aunque también está muy turistificada por la cantidad de gente que se mueve al cabo del día para conocer la playa de “La Playa”, el paraíso de la película de Leonardo Di Caprio.


Allí mismo aprovechamos a hacer lo más típico de esta zona; ¡Snorkel!. Y es que con estos arrecifes, estas aguas tan cristalinas y calentitas y semejante fiestón de peces ahí abajo, uno se puede pasar el día entero a remojo. ¿La playa de “La playa”? ya ya, ¡¡sus arrecifes!!

El tour que cogimos nos llevó a más lugares “secretos”, entre otros la playa de los monos, donde éstos se ponían hasta el culo de comida, la cueva Vikinga, donde todavía hoy en día sigue viviendo gente. 

 
Y otra bahía, está más tranquila y menos petada para pasar un buen rato entre corales y pezqueñines.



Había mucho más por explorar en aquella pequeña isla, pero disfrutamos y aprovechamos lo que pudimos, recargamos las pilas a tope, nos pusimos algo más morenos y, con mucha ilusión, muy felices a la vez que con algo de penica, nos despedimos de aquellas islas y de lo que nos quedaba por ver...


 
Quince horacas de trayecto nos esperaban hasta llegar a Bangkok, donde descansamos unas pocas horas antes de embarcarnos rumbo a Vitoria-Gasteiz.


¿Lo que se siente? Es muy difícil de expresar, pero lo intentaremos.

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