7 mar 2013

Un paraíso llamado Koh Li Peh

La idea original era tirar desde Chiang Mai de vuelta a Bangkok, parando en Ayutthaya, y después de unos días bajar a las islitas, claro que también habíamos pensado en llegar aquí desde Chiang Rai… nos habían hablado muy bien de Pai, algo más al norte y cómo también merecía seguir algo más lejos hasta un parque natural, peeero… Encontramos un ofertón para cruzarnos el país de punta norte a punta sur en avión, y claro, con las postales de las islas del sur que nos venden, ¿¡Qué íbamos a hacer!?
 
 
Nada más aterrizar en Hat Yai, con un temporal de lluvia de órdago, vimos como una inteligente agencia de viajes estaba a la caza y captura de los guiris, y nosotros bien que lo agradecimos porque así pudimos llegar el mismo día a nuestro primer paraíso isleño: Koh Lipe. Nos vendieron un billete de minibús hasta el puerto y de allí iríamos en lancha hasta la isla. Lo más gracioso fue que al llegar, nos dejaron en otro bote-embarcadero, en el que tuvimos que pagar una tasa y otro barquito para que nos acercara… ¡20 metros! hasta la orilla. Eso sí, había más guiris esperando turno para arribar a tierra, de modo que al barquero ¡le falto poco para darnos una patada y echarnos al agua cuando aún cubría! jajajajajaja
-¡Si lo sé no te pago! dijo la tortuga ninja armada con la chancla-shuriken

Los días restantes tuvimos tiempo de sobra para tostarnos al sol, dar paseos y conocer cada rinconcito de la isla que no es muy grande, aunque tampoco pequeña… ¡mira que gráficos somos, oye! Koh Lipe tiene un ambiente muy majo y tranquilo, una buena mezcla entre la tranquilidad de bastante turismo adulto y en familia y la frescura de muchos locales “laid-back” para los jóvenes. Aunque es un destino que hasta hace pocos años no se oía más que en susurros, hoy día está bastante explotado lo cual queda patente especialmente en los precio-encerronas. Hay quien dice que es la futura Koh Phi Phi, y que aún la van a estrujar mucho más… sería una auténtica lástima porque de hecho ya se ven demasiadas malas huellas del ser humano, como basureros, canales fecales etc.


Pero vamos con uno de los motivos principales que hacen de este pedacito de tierra un lugar tan codiciado. Allá donde te metas al mar de Andamán en cualquiera de las playas de la isla encontrarás una preciosa zona para hacer snorkel y bien cerca hay también lugares de fama mundial para la práctica del buceo. Hay, pues, muchísimos clubs de buceo con los que hacer inmersiones o hacer cursos de submarinismo.



Mikel, estaba decidido a hacer el curso, estuvo dando la barrila y haciendo cábalas desde Vietnam, pero por muchas cábalas que hagamos al final las cosas salen como han de salir. Llegó el momento de preguntar precios y hacer preguntas, hasta dar con la decisión que mejor sintiésemos. Hacer un bautismo, ver cómo responden los oídos a 12 metros y después si acaso seguir. No era la primera vez que hacía submarinismo (vamos, que de bautismo ná de ná) y los oídos ya le habían dado guerrilla antes asique decidimos que era mejor precaver que curar… en oídos y en cartera. Y en efecto, un oído se empeñó en dar guerra de modo que, sintiéndolo mucho, pero habiéndola gozado a base de bien en ese increíble mundo azul, dejó a las morenas y demás fauna en las profundidades, al menos por un tiempo.
 
 
Y hablando de oídos, supimos de unas gafas de submarinismo que tienen adjuntadas una cápsulas “cubreorejas” estancas para la gente que tiene problemas de oídos, como el caso de Amaia, que está operada del oído… aunque ni con esas gafas le iban a dejar hacer el curso, puesto que es una contraindicación estar operada y precisaba justificante médico.

Entre paseo y paseo por la isla, dimos con algunos carteles que hicieron las delicias para la tranquilidad de Amaia, eso sí, si llega a ocurrir algo, Amaia y sus rutas de escape preferentes nos hubiésemos salvado a todos. Jajajajjaa No, lo que realmente nos quitó el sueño, y esto no es broma, fue tener como vecina a la reencarnación de Gollum, literal, con sus macabros monólogos en plena noche... ¡Acojonante!



Hay que decir, que al estar en el punto más cercano al ecuador de nuestro viaje, a nosotros también se nos iba un poco la cabeza, cómo agradecíamos las repentinas tormentas de “verano” ¡Y es que hay que ver cómo cae fuego en estas latitudes! Por cierto que, hablando de latitudes, a las noches, pudimos comprobar como estrellas desconocidas para nuestro cielo nocturno natal hacían su galante paseo… y, hablando de espectáculos nocturnos, debemos mencionar también los hipnóticos malabares de aquellos que con el fuego como aliado hacían nuestras maravillas. ¡Qué belleza!



Lo que más nos gusto de la isla, fueron sus arrecifes, claro. Las aguas son totalmente cristalinas y puedes ver muchísima vida a buena profundidad simplemente prestando atención. Algo de snorkel hicimos y entre chapuzón y chapuzón dimos con un pequeño arrecife en el que con poca historia tuvimos para mucho rato. Allí encontramos a Nemo y conocimos a su aventurero padre, que recorrió los mares hasta dar con su paradero, ¡con lo fácil que nos resultó a nosotros encontrarle! Vaya gozada.


Con las mochilas bailando de aquí para allá entre los brazos de los piratas de las embarcaciones en las que nos alistamos, nos dirigimos a toda vela a por nuestro siguiente tesoro: ¡Koh Lanta!

2 comentarios:

  1. Hola chicos creo que como empecéis a poner este tipo de fotos tan bonitas donde se os ve tan relajaditos voy a cogeros maniaaaaaaa.
    Pero que envidiaaaaaa.
    Besos chicos y que es eso de que os prometisteis en un atardecer?
    arantza

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    1. jajajajaja
      Ya ves... sorpresas te da la vida... la vida te da sorpresas!! jajajajaa

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