13 sept 2012

5.188 KM

¡Llegó el momento de subirnos al tren!
Teníamos muchas ganas de vivir esta experiencia, la idea de tirar millas y millas nos resultaba sumamente excitante... recorreríamos, de tirón, 5.188 km exactamente, casi 4 días sin bajar del tren. Además, tendríamos cinco cambios de husos horarios, que sumados a los dos que ya traíamos desde Moscú, nos dejaría siete horas por delante de España. Si parecía que ya habíamos ido bastante hacia el este, ¡ahora ibamos a dar con el origen del sol!
 
 
Encontramos nuestro lugar en el primer vagón del tren. A media distancia entre la cabina del maquinista y el segundo vagón, que también era de 3ª clase, como la mayoría de los trece vagones que completaban el tren. Eramos 54 personas, que sin llegar a estar apiñadas, viviriamos codo con codo, pues no había puertas, no había intimidad. Cada uno tenía un destino, pero todos pasaríamos por el mismo camino. Nos disponíamos a... ¡vivir a tope el transiberiano!


Los días no se nos hicieron largos. Aunque teníamos mucho tiempo, éste pasó volando. Pensar, charlar, mirar por la ventana; pensar, charlar, mirar por la ventana. Puede sonar aburrido, pero no lo es... ¡para nada! Y además nos vino genial, fue un descanso de todo el movimiento del último mes.
 


Había algunas paradas de estación bastante largas, lo suficiente como para salir a estirar las piernas y comprar comida en los improvisados puestecillos de la gente local. Nosotros, como pareja precavida, ya llevabamos nuestros fideos, puré de patata, sandwiches y por supuesto nuestro té. Sabiamos que en el vagón podíamos pedir agua caliente, así que llevabamos más que suficiente para sobrevivir. Más adelante nos dirían que era una pena no haber comprado en los "supermercados" de las estaciones, pero la película de el transiberiano traumatizó lo suficiente a Amaia como para no permanecer mucho tiempo fuera del tren... en mala hora se nos ocurrió verla para inspirarnos! jajjajaa


Las Provodnitsas, las azafatas del vagón, eran mucho más agradables de lo que imaginábamos (al margen de alguna que otra que haría estremecerse al propio Chuck Norris). Nos llamó la atención que también había "azafatos", ¡los tiempos van cambiando! Eso sí, con el idioma no estaban tan modernizados. Sólo hablaban "Rusky", así que o "Rusky o Rusky", de "Anglisky" ni palabra. Pero ya nos haciamos entender, ya.


Minutos, horas y días pasando, la gente entrando y saliendo; avanzando hacia adelante y dejando atrás pueblos y ciudades. Y nosotros quietos. Realmente este tipo de viaje te regala un espacio de tiempo enorme, que puede serte enormemente enriquecedor, ya que te posibilita pararte estando en movimiento, algo así como apagar el motor en un atasco o echar el freno en una carrera. 


"Y en medio de todo este movimiento, encuentro la quietud.
En medio de todo este ruido, encuentro el silencio.


Despierto, completamente, pero con suavidad.
No por algún ruido ni rudo movimiento, no por algún mal sueño. Sólo despierto.
Una suave luz inunda cada rincón del vagón. Miro por la ventanilla y me doy cuenta de que avanzamos fluidamente a través del océano.
Apenas hay olas, sólo unas pocas espumas blancas delatan los relieves del agua.
Puedo ver algún barco más avanzando en la oscuridad, no estamos solos.
De pronto, y de forma fugaz, un intenso foco de luz barre nuestra cubierta. Pocos segundos despues otro. Una tercera ocasión es suficiente para hacerme recordar dónde estoy.
Bajo el cristal y me asomo por la ventana. Cuando lo encaro, el gélido viento me roba alguna lágrima. Me despejo, me despierto. La niebla, plena de luz lunar, es el mar que nos envuelve. Árboles solitarios, los barcos que nos vamos topando. Mi imaginación, pintura, y mi actitud, el pincel con el que transformo la realidad.
 
 
Despierto con una cálida caricia en la mejilla.
El sol me desea un buen día y me regala, con silenciosa humildad, un precioso amanecer.
Bañados en oro, los pinos que custodian los bosques se se expanden a ambos lados de las vías, parecen gloriosos caballeros, firmes, perennes.
Perfumadas con rosas y melocotón, las nubes visten sus mejores galas y se quedan suspendidas en el aire a mi paso, dándome ellas también la bienvenida a este nuevo día."
 


Los dos últimos días tuvimos un grupo de siete rusacos en torno a nosotros. Al principio parecía que nos iban a dar el viaje, pero para nuestra sorpresa se portarón super bien con nosotros. A uno de ellos, el más parlanchín, le debimos de caer en gracia, porque no paraba de contarnosla (en Ruski, claro, aunque le hiciesemos ver que no entendiamos ni papa), de invitarnos a tomar vodka y de regalarnos cosas, entre ellas un libro de la historia de Rusia (escrita en cirílico, claaaro), con dedicatoria y todo.



Resulta muy fácil y cómodo prejuzgar a las personas nada más verlas, pero quizás lo más destacable de este viaje ha sido vernos esta faceta y observarla. Cuando no puedes entender a las personas por sus palabras, lo intentas atendiendo a sus actos, a sus maneras. A veces, ni dándole mucho tiempo llegas a comprender al otro... Pero a menudo, si te das a ello, si te das a esa persona, puedes sentirla con meridiana claridad. Somos todos igual pero cada uno tiene unas circunstancias diferentes.



Hay algo que tenemos muy claro: La actitud con que vivencias las cosas es lo que las transforma de forma drástica. Los nada higiénicos baños del vagón, el reducido espacio vital, los fuertes olores, la nula variedad de alimentos y demás "incomodidades" de este viaje pueden ser, eso, recuerdos molestos, o, pueden ser divertidas anécdotas. ¡Y nosotros nos lo pasamos bomba!, ¡hasta nos las ingeniamos para darnos una ducha con agua caliente! ajjajajaa


 
El último día, apenas nos dió tiempo de despediros de transiberiano, nos levantaron muy pronto las provodnitsas chillando que en menos de 2 horas llegaríamos a Irkutsk. Recogimos a toda prisa. Conseguimos un ratico de tranquilidad antes de salir del vagón, y si bien estabamos deseosos de seguir nuestra aventura, otra parte de nosotros nos incitaba a quedarnos en el tren, en esa burbuja de tranquilidad y "comodidad", en ese querer seguir y seguir, eso si, ¡con duchas! jajajajaa
 
 
El tren siguió su rumbo...
A nosotros, ¡nos esperaban nuevas aventuras!

3 comentarios:

  1. Pero que post mas profundo... Me ha encantado! Me he visto reflejada y me ha traido muchos recuerdos de los largos viajes en tren que tambien hice...Cuantas horas me pase mirando por la ventana sintiendo esa paz y tranquilidad que describis!!

    Olatz

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    1. Muchas gracias Olatz, nos alegramos mucho de que te hayas metido en el viaje y hayas recordado tus vivencias!
      Un fortisimos abrazo para los 3!

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  2. ¡Qué post más bonito! Tuvo que haber sido una aventura maravillosa.

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