Nuestro primer tren en hard-seat
lo hicimos rumbo a Pingyao. No es que nos quisiésemos despedir de nuestras
queridas y cómodas literas en tren, es que no nos quedaron más narices. Pero
bueno pensamos que una noche en asiento lo aguantaríamos. Un poco que reclinas el
asiento, un poco que estiras las patas… bien, bien. Pero la realidad fue
distinta. Fue un viaje de unas 14 horas nocturnas, rodeados de chinos (hasta en
los pasillos, ya que se vendían billete hasta para ir de pie!) con pocas ganas
de dormir y muchas de parlotear, con las luces del tren encendida a tope y unos
incomodísimos y apretadísimos asientos donde poco podríamos estirar las patas y
mucho menos dormir. Toda una experiencia, que nos llevó a tomar una decisión. ¡Tratar
de no volver a coger uno nunca mais!
Patio interior de nuestro albergues. |
Llegamos bien prontito por la
mañana. Y la primera impresión, tal vez por noche pasada, no fue muy grata. No
parecía habérsenos perdido nada allí, menos mal que habíamos pactado el pick-up
gratuito hasta el albergue que estaba en la zona que queríamos visitar.
Tras hacer el check-in nos dimos un garbeo por la city. Mucha tienda igual, poco para ver, no muy buen
tiempo…. Amaia decidió descansar todo el día, ya que aún más fastidiada de la
garganta! Mikel por su parte, aprovechó y se fue a dar un route.
Lo que vio llamó mucho su atención.
Pingyao, villa amurallada famosa por la conservación de su arquitectura y forma
urbanística tradicional, era, en realidad, un parque temático. Un par de calles
preciosas con unos patios interiores sacados de la más idílica antigua china,
pero anegadas de tiendas con los mismos souvenirs una y otra vez. Toda la
belleza del lugar se veía nublada por el mal uso que le daban. Costaba mucho meterse
en el Pingyao que pintaban. Y lo que más le impactó fue que una vez fuera de
estas dos calles principales, tan abarrotadas de comercios, pero sin salir de
la muralla que envolvía el centro, no encontró nada. La inversión económica se
había perdido en esas dos calles, el resto, aparecía, si no a medio derrumbar,
sí medio sepultado por los basureros improvisados por los comerciantes y las
pocas familias que allí vivían.
Fue toda una sorpresa
encontrarnos con Medhi, uno de nuestros compis en el tour del Gobi, y con Armando
y Nico, italiano y francés que conocimos en Mongolia también. Esa misma noche,
y sin dejar correr la ocasión, quedamos para cenar y contarnos nuestras
experiencias por las chinas.
Medhi había sufrido un atropello bicicletil en Beijing, por una chinas que iban con una bici-tándem que no controlaban. Y hablando de bicis, Armando y Nico se habían comprado una bici esa misma tarde ¿para dar unos paseos por la zona? No. ¿Para enviar a sus casas? No. ¡Para hacer el trayecto hasta Xi´an! Fácil… en torno a los 600 km... casi ná pal body! Pero se les veía ilusionadísimos con la idea! Y les dimos nuestros mejores ánimos, mascarillas contra la contaminación y bálsamo del tigre para su gran aventura.
Estuvo genial volver a coincidir con ellos, y lejos de despedirnos, nos dijimos un ¡hasta luegoooor!, ya que volveríamos a coincidir, ¡estaba claro!
Pingyao fue un buen lugar para
acumular info de cara al Tibet… pero lo que nos encontramos, si bien lo esperábamos,
no nos gustó nada. Por eso llevabamos posponiendo
tanto tiempo la decisión de ir o no ir. Pero el tiempo ya apremiaba y había que
decirdirse para reorganizar el itinerario en China. Finalmente y tras darle
muchas vueltas decidimos no ir. ¿Por qué? Porque China lo tiene subyugado, si
deseas hacerte con los permisos lo tienes que hacer a través de una agencia
china, y los requisitos son bastante cansinos. Hay muchas leyendas acerca de
conseguir la entrada, pero no tenemos ninguna fiable. A parte que cambian las
normas muy a menudo. Otra de las razones es que tenemos entendido que Lhasa, la
capi, la han convertido en un lugar bastante turístico y que estas obligado
andar siempre con tu guía. A todo ello se le suma la prohibición de entrar a
los templos budistas que e hayan manifestado en contra del gobierno chino, impidiéndoles
a estos percibir la más mínima ayuda. Asique, por todas estas trabas y que
resulta bastante cara, tanto económica como de tiempo, conseguir la entrada y
que resultaría una contribución por nuestra parte a lo que está pasando en Tibet,
esta fue nuestra decisión.
Con esta decisión cambió todo
nuestro itinerario en China, no haríamos la doble entrada, asique sólo tendríamos
ese mes de visado para estar en el país, y a eso le añadimos que el ferry que
cogeríamos para Japón sólo salía los martes, los días de visado menguaron a 25.
Asique reducimos nuestros lugares a visitar. ¡Tocaba apretar!
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