Y tras tantas estaciones de tren
y metro, salimos de las entrañas de la tierra para sorprender y dejarnos
sorprender por… ¡Tokio!
¿Cómo definir Tokio? Bueno,
probaremos hablando de sus colores, sus contrastes, sus luces, sus sombras…
Pero su definición más remarcable, para nosotros, quizá sea, su continuo
movimiento, ir y venir, Tokio no descansa ni de noche ni de día.
Esta vez, a diferencia de otros
lugares nipones, los contrastes entre la naturaleza y la civilización conviven
de forma, algo menos armónica, dándose su espacio, pero sin aunarse. Y más
contrastes también en la cultura, con esa vertiente arraigada a las viejas
tradiciones y esa pujante oleada que lleva al futuro de oriente, y, si nos
permiten, de occidente. Una diferencia generacional que hace que no acaben de
encajar completamente.
Es una ciudad de las que no
puedes perderte, que invita a perderse, y en la que, sin embargo, es imposible
perderse, aunque te puedes llegar a sentir perdido... Como toda capital tiene sus puntos de locura,
de quedarte alucinado con situaciones que no te parecen normales y que sin
embargo pasan totalmente desapercibidas para los tokiotas, tiene momentos muy
“Lost in Traslation” donde no entras dentro de esa vorágine, te puedes quedar
aislado, y tiene una finísima cuerda en la que es muy fácil perder el
equilibrio alejándote de la sociedad que tan fuertemente marca el ritmo.
Es la ciudad, meca, para los
seguidores de alguno de los millones de mangas (comics) que este país imprime
cada día, y de la cultura otaku (frikisss) en general, así como forofos de las
últimas tecnologías. Tokio se mueve a la velocidad de la luz entre tantas
culturas y movimientos que te puedes marear, hay lugar para todo lo imaginable
e inimaginable, y para mucho más.
Tuvimos tiempo de visitar bastantes barrios, templos, jardines, rascacielos, mercados, museos…
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Preparados, listos... |
¡¡Shibu...YA!!
Hasta nos dejamos caer en un roñoso ¡hoteles cápsula! Dormir en uno de éstos era imprescindible.
El domingo por la mañana, sabiendo de los hábitos de los jóvenes que se disfrazan y maquillan de las formas más curiosas, modernas y/o estrafalarias, fuimos a su encuentro. Pero no encontramos a ninguno. En su lugar, resultó que había una celebración tradicional, que igualmente, de distinta forma, disfrutamos mucho de ella.
Sabíamos que las oficinas del
gobierno acogían en una de sus plantas más elevadas un mirador gratuito, de
modo que allí nos dirigimos en una tarde de lluvia incesante, pero pudimos
hacer todo el recorrido por conexiones subterráneas, asique no nos mojamos ¡ni un
pelo! Al llegar allí, nos llevamos una gran sorpresa al encontrarnos un gran
número de vagabundos buscando cobijo justo bajo las torres del gobierno. Hay
que decir que los indigentes en Japón son, en general, más educados que la
mayoría de los letrados de nuestro país, y que no hacen “campamentos” salvo en
las zonas de los parques que el propio gobierno les habilita… pero aun así nos
llamó la atención que el gobierno no sólo les permitiese poner sus cartones, y
sus paraguas (para tapar su vergüenza), sino que además les diesen allí mismo una
pequeña cena en forma de arroz caliente con verduras.
Uno de nuestros objetivos era visitar el madrugador y mayor mercado de pescado del mundo. La noche previa nos dispusimos a coger "habitación" en un McDonald´s 24 horas, a fin de ahorrarnos alojamiento y no tener que levantarnos a las 4 de la mañana. Pero resultó, que coincidía con el único día de cierre por limpieza en todos los establecimiento de la sede.
No llegamos a ver la entrada por la "alfombra roja" de los atunes, pero nos dimos un buen route para ver la cantidad de pescado y marisco que mueve este puerto. Y claro, después de ponernos los dientes tan largos, no pudimos sino entrar a uno de los establecimientos más cercanos a catar sushi de lo más fresquito. ¡Deeelicioso!
En el último atardecer que
veríamos en el país de sol naciente (porque aquí Lorenzo también la casca)
tuvimos un anfitrión especial que quería despedirse de nosotros: ¡Fuji-san! Que
esta vez se dejó de timideces y nos encandiló con la sombra de su silueta,
imponente, aún a tanta distancia.
Y pasamos ésas últimas horas
recordando cuántas cosas nos había aportado este precioso país, extasiados por
la cantidad de respeto, armonía y paz que habíamos respirado y arraigado.
Sentimos que otra etapa del viaje
había finalizado. Tokio nos regaló la visión de un futuro, en nuestras manos
está cómo acogerlo. Una puerta de luz de colores nos invitaba a avanzar, a
continuar nuestro camino hacia lo desconocido, ahora bajo el nombre de Nepal.
Cruzamos el umbral, agradecidos por todo.