La noche dio paso al amanecer y
un brillante sol renació bañándonos en color y calor, y es que la tierra del
sol naciente nos esperaba.
¿¡Ya cabemos en esa barquita!? |
Llegamos al puerto con el dinero justo para pasar los dos días que duraría el trayecto, pero nos encontramos con un par de tasas extra que nos dejaron peladicos, menos mal que coincidimos en el ferry (como no podía ser de otra forma) con Armando y Nico que nos dejaron algo de money… porque aunque llevábamos unos víveres (¡la bolsa de la comida nunca ha de estar vacía!) si no habría tocar hacer ayuno inconstitucional.
En los dos días que duró el viaje
tuvimos tiempo para relajarnos en el tan deseado onsen (sento, más
correctamente), baño tradicional japonés con el agua bien calentita, una
delicia que llevábamos tiempo deseando y que no esperábamos encontrar hasta
pisar tierra nipona… Para dormir, descansar, charlar con estos dos elementos y
alguno más (¡Indiana Jones!), disfrutar del mar (aunque Amaia se tuvo que tomar
alguna que otra pastilla para el mareo), escribir y pensar.
El barco iba practicamente vacio. No sabemos si fue por las fechas o por la actual crispación entre China y Japón por el tema de la pertenencia de una islas que se encuentras en medio de ambos países. En principio eran japonesas, sin embargo antes de salir de China vimos algunos cartel que bastante directos y ofesivos contra el pueblo japonés. Sea como fuere, nosotros disfrutamos de todo el barco a nuestras anchas.
Fue mágico hacer parte del camino
por el mar, después de tantos rígidos railes y polvorientas carreteras, el mar
se nos antojó pleno de libertad, e insondable. Las noches, mirando por la
escotilla, pasaron fugaces, hipnotizados como nos dejaban el baile entre la luz de las estrellas y la espuma marina, entre el batir de las olas y nuestra
embarcación.
¡¡Tierra nipona a la vista!! |
Combate de Sumo para festejar la entrada en Japón |
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