¿Un Shogi?

Bendita la hora en que nos animamos a comprar un mini Shogi magnético en Kyoto. No conocíamos las reglas, no sabíamos si nos gustaría, pero nos lo llevamos… ¡y cómo nos alegramos!

 

El Shogi es el ajedrez japonés. A simple vista no tiene nada que ver con el ajedrez que conocemos: un tablero más amplio, todas las fichas son “iguales” (kanjis ininteligibles)… pero resulta que tienen la misma base común que les hace compartir caballos, torres, alfiles, peones y reyes prácticamente con idénticas cualidades. Luego ya se apuntan a la fiesta los lanceros, los sargentos de oro y los sargentos de plata y la cosa se anima aún más.

Pero hablemos de lo que hace de este juego una bomba. Todas las piezas pueden avanzar y retroceder, unas desde el principio, otras cuando evolucionan… ¡cuando evolucionan, sí! Porque casi todas las piezas pueden subir de rango, ampliando su capacidad de movimiento, a veces sustancialmente. Pero ahora llega el punto álgido: Las piezas que captures del enemigo pasan a tu disposición, ¡pudiendo meterlas al tablero en contra de tu adversario!

Todo esto, y unas cuantas reglas extra, hacen de este juego un pique monumental. Es un juego muy peligroso porque las partidas pueden ser infiniiitas… y debido a su imprevisibilidad  nunca se sabe como van a acabar, además de que hay unas cuantas reglas de honor que de ser incumplidas imponen la derrota.

El Shogi es un gran aliado para los trayectos más largos… y un gran enemigo para el descanso nocturno jajajjaa