Una escapada de un día para
visitar el Taj Mahal. Esa era nuestra idea, un plan express... ¡Ja!
Tras madrugar y recoger nuestros
regalos del Olentzero, circulamos para una de las estaciones de tren de Delhi a
por nuestro Taj-express de las 7 que nos dejaría a las 10 en Agra. Tendríamos
tiempo para visitar el famoso mausoleo e incluso el fuerte antes de las 19:00,
hora en que otro Taj-express nos devolvería a la capi. Pero algo paso al margen
de la voluntad de Amaia y Mikel… ¡Tren cancelado! ¡Eeeeh! Las legañas salieron
disparadas, junto a nuestros ojos, “¿y ahora qué hacemos?”
Bueno, lo primero, reclamar
nuestras perricas. Llegamos a una ventanilla con poca gente, jejeje, pero no
nos dimos cuenta de que no era para extranjeros y supuestamente no podíamos
estar, una señora con cara de poco amigos, nos quiso echar de la fila, pero ¡eh!
leímos que era sólo para mujeres, “y mire usted, señora, que da la casualidad
de que Amaia es mujer, cállese la boca y deje de colarse”. Pero no sirvió de
mucho, pues el ventanillero nos mandó a otra ventanilla, alegando quéséyo de
noséqué, y esta sí, bien petada.
Resumiendo aquella larga
reclamación, diremos que sí, finalmente conseguimos nuestro dinero y unos
nuevos billetes para Agra, ¡oé oé!. Este tren tardaría algo más, pero aún así
llegaríamos bien de hora. Nos juntamos unos cuantos mochileros para encontrar
nuestro tren de salida, y pronto dimos con él. Todo correcto hasta que llegamos
a nuestro vagón… ¡o lata de sardinas! No es sólo que no tuviésemos asiento,
sino que ¡ni siquiera había espacio en los pasillos! La gente estaba metida
hasta en el hueco de dejar los equipajes en el techo… Bueno vaaa, muy amables,
un par de locales nos dejaron sus dos asientos, para cinco personas jajajajajaa
pero, eh, todo un lujazo, ¡así que chitón!
Ahora bien la fiesta no había
hecho sino empezar… ¡ja! La que no nos esperábamos era que por escasa
visibilidad debido a la niebla fuésemos a tardar, en lugar de las 3 horas
esperadas para hacer apenas 200 kms… ¡La escalofriante de 8 horacas! Más tiempo
detenidos que en movimiento… Aquello fue horrible.
Nos entretuvimos charlando (y
flipando) con un indio, para variar comercial, con el que tuvimos otra
conversación sin desperdicio alguno donde oimos aun más clara otra nota de la misma melodía. Pero esa es otra historia, y muy larga. El
caso es que disfrutamos de una deliciosa comida-ayuno de navidad, y este sólo
era el comienzo.
Llegamos a Agra para las 4 de la
tarde, con el atardecer dando su especial luz, cansadísimos y conocedores de que
no nos daría tiempo de visitar el mausoleo y la fortaleza, decidimos ir en
busca de un hotel. Donde como siempre nos pedían el pasaporte… que teníamos en
la embajada de Birmania, pero “¡no problem! Saquemos una de nuestras fotocopias”…
ah, que en la mochila de la excursión express no metimos ninguna… Menos mal que
Mikel tenía una de emergencia y que llamando al albergue de Delhi, verificaron la
identidad de Amaia porque sino nos quedábamos en la calle.
Por cierto que, y para contar una
de las últimas jugadiñas de la picaresca india, recordamos como el ricksawer
que nos llevó hasta el hotel nos dio unas anotaciones escritas por viajeros,
recomendándonos que hiciésemos un “tour organizado” con él, pero no necesitábamos
un conductor para lo que queríamos hacer al día siguiente. El caso es que el
hombre no se piró de nuestro alojamiento hasta que le dijimos que si acaso
estaba lejos, hacíamos trato para ir de la fortaleza a la estación de bus (porque
decidimos que no volveríamos a jugárnosla con otro tren). Total, que nos dio un
precio altísimo alegando que estaba muy lejos, cuando el recepcionista del hotel
nos marcó la estación le miramos con una cara… ¿lejos no? ¡Pero si está a tiro
piedra!, entonces sí, se piro todo indignado.
La ciudad de Agra fue toda una sorpresa… y no Agradable, exactamente. La vivimos como el climax del agobio al viajero y del basurero callejero. Siendo uno de los principales lugares turísticos, tampoco fue de extrañar, pero tal vez, pensábamos, el ayuntamiento tuviese algo “escondida” la realidad de la ciudad para los turistas que vienen en tour organizado y sólo pisan el Taj, pues no. Auténtica era, porque desde el barrio más del extrarradio que vimos hasta las puertas del Taj Mahal estaba parecido.
Pero, tras las puertas de la muralla, protegida de exterior, allí estaba, luminoso e imponente, el Taj-Mahal, aquella bellísima estampa que tantas veces habríamos visto. Quizá no fue la mejor fecha para visitar el hermoso mausoleo, pues hacía frio (¡o fresco!) y una espesa niebla amenzaba con devorar el bello edificio. Aun así, fue muy bonito y romántico ver aquella maravilla del mundo.
El mausoleo más bello de la
historia, fue construido en el siglo XVII por orden de un emperador musulmán para
honrar la memoria de su amada tercera mujer que había fallecido tras dar a luz
a decimocuarta hija. Tanto el exterior como el interior del mausoleo es muy
sobrio. Sólo las escrituras en árabe del Corán y algunos adornos florales
hechos en pietraviva con piedras semipreciosas se atreven a quitar protagonismo
a la armónica estructura erigida íntegramente en mármol blanco con la pericia de, se cree, unos 20.000
trabajadores, a los que por cierto, dice la leyenda, que junto a los
arquitectos, ¡cortaron las manos para que no pudiesen volver a construir algo
tan bello! Habladurías, deseamos.
El emperador no pudo disfrutar de
su espacio silencioso dedicado para su mujer por mucho tiempo, pues uno de sus
hijos le arrebató el poder y le encarcelo durante sus últimos años de vida. Una
vez muerto, decidieron que sus restos descansaran en paz junto a su mujer.
Aquí, hay quien dice, le hicieron otra puñeta, pues se supone que él quería que
le construyesen para él otro mausoleo similar, pero en mármol negro y en la
orilla contraria del rio.
La verdad es que se alzaba
brillante, bueno o eso intuimos entre la niebla, limpia y cuidada. Una burbuja
que parecía mentira estar en la ciudad que sabíamos, había fuera. De hecho, se
dice, que el mausoleo se estaba amarilleando de tanta polución que hay, y que
cada cierto tiempo le dan un lavado y le echan un producto para mantenerlo
blanco y brillante. Un brillo que deslumbra la ciudad, un brillo del que carece
la ciudad.
Tras charlar un rato con el dueño
del único restaurante majo que encontramos y coger nuestros sándwiches, nos
acercamos al fuerte. Dimos un route alrededor, porque la entrada era carita y tampoco
teníamos mucho tiempo para ir a por el bus. Después empezó la búsqueda del
transporte perdido…
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¡Nos encontramos con Doña Rogelia! |
Pues la estación estaba cerca ¡pero no así el bus! Tener
que ir hasta el parking de la agencia nos dio la oportunidad de conocer más la
ciudad, de alucinar más todavía… Aún a día de hoy recordamos toda aquella
basura aglomerada al lado de hogares, aquellos ríos negros, aquella propaganda
anunciando estupendísimos hogares burbuja y aquel trato tan poco agradable
hacia el viajero.
Por cierto que, con el autobús no
hubo mucha más suerte que con el tren! Jajajajajaaa Esta vez la niebla no fue
mayor problema pero resultó que la carretera principal estaba cortada con lo
que tuvimos que ir entre pueblos, atravesando una preciosa zona rural… ¿Total? ¡Otras
ocho horas! jajajajajajaa