La entrada a la capital, entre
una niebla sumamente densa, nos trajo una inesperada sorpresa (cosa rara en
este país, ¡ja!). Teníamos que coger el metro para llegar a nuestro albergue,
pero la estación donde nos debíamos apear estaba cerrada. Y la anterior. Y la
posterior… y unas cuantas más. No nos supieron explicar por qué. Decidimos
acortar distancia para el tuk-tuk o taxi que cogiésemos, así que salimos en la
boca de metro más “cercana”. Al salir, vimos un grupo de militares con las
armas en mano, y hasta en los dientes. Nos empezábamos a asustar un poco…
Preguntamos para coger un
ricksaw, pero es que además había calles cortadas también, y nos mandaron a una
oficina de turismo. Habíamos leído que muchas veces te llevaban a oficinas de
turismo falsas, asique va, démosle una ración extra a la desconfianza que
sentíamos en ese momento y surge una bienvenida inolvidable.
Llegados allí, el chico nos puso
al día de la situación: habían violado y asesinado a una mujer y el pueblo
estaba con sed de venganza, manifestándose para que los ahorcaran, y es que también
hacia poco que violaron a otra chica, que puso varias denuncias, pero que la
policía ignoró hasta que, no pudiendo soportar la situación de ver y aguantar
el acoso de sus violadores día sí, día también, la mujer decidió quitarse la
vida.
En la oficina de turismo nos
dijeron que si deseábamos cambiarnos del albergue (sito bien cerca de la fiesta
manifestante) a un hotel en una zona más tranquila ellos se encargaban. Como no
nos acabábamos de fiar de aquella oficina y sabiendo del porqué de las
manifestaciones, decidimos quedarnos donde habíamos reservado. Nos dieron un
consejo acerca de la visita a Agra, nos recomendaron coger un tour organizado
puesto que los trenes tardaban mucho o se cancelaban, pero pensamos que sería
un farol más… Mas como comprobaríamos, no fue así.
El único albergue que encontramos
en India era de los años 70, estaba vacío y envuelto como lo encontramos por la
niebla, daba una sensación escalofriante… pero una vez que charlamos un poco
con el personal estuvimos muy agustito.
Delhi, la capital de India nos
esperaba con su fuerte rojo y demás… y nos sigue esperando. No hicimos prácticamente
nada de turismo. Las cosas salieron distintas a cómo las habíamos pensado,
oootra vez.
Dimos los primeros días a hacer tranquilamente nuestro visado de
Birmania (y temas de alojamiento y tal, que al no ser un país muy dado al
internet estaba difícil), descansar, ¡más!… e ir al cine a ver la película más
esperada del año: The Hobbit. El tráiler lo vimos en Amberes, donde ya nos
pusieron los dientes largos, pero después de hablar con el primo de Mikel y
darnos envidia, de la mala como diría una amiga, no podíamos dejar pasar la
oportunidad de ir a verla al cine, aunque fuera en un cuchitril y en versión
Bollywood, todo fuese por meternos dentro de la Tierra Media de Tolkien, donde
la naturaleza es impresionante, aunque sea imaginaria.
Dimos con un cine, nada, sólo
películas indias. “Probad en aquel otro” nos dijo la amable taquillera. Y sí,
ahí estaba su inconfundible nombre en inglés. El cine parecía no tener muy
buena pinta, asique tras ofrecernos dos tipos de entrada optamos por la más
cara. Tras pasar por el detector de armas, subimos las escaleras para entrar en
el cine más fashion que hayamos visto jamás, increíble. La sala con sofás,
¡sofás! Con sus correspondientes cojines a juego, una pantalla enorme y un
sistema de audio apabullante.
Tanto nos metimos en la Tierra media que no queríamos salir del cine cuando acabó la peli, se estaba tan agustito en aquellos parajes naturales, volando a lomos de las águilas… Pero salimos del cine, bajamos las escaleras y entramos de nuevo en la sucia, desnaturalizada y deshumanizada Delhi. Llamamos a Gwaihir, señor de las águilas, pero no vino… Un momento, esos paisajes están sacados de algún lugar de la Tierra, ¿no? ¡¡Ah, Nueva Zelanda, espéranos!!
Aquí, y en nuestra excursión a
Agra, pasamos una navidad diferente. Eso sí, como ya cometamos los regalos no
faltaron, inclusive, ese visado que nos abría las puertas para el siguiente
país de nuestro viaje, eso sí, recogido con menos de 12 horas de margen con el
vuelo… ¡fiuuuh!
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