Aquel inolvidable vuelo no fue
suficiente para descansar de la estresante capital, así que, y a la vista de
que nuestros visados indios iban a demorarse más de lo previsto (¡una semana
más!) decidimos escaparnos de allí, buscar algo de tranquilidad, aire limpio y
espacio abierto. ¡Y con vaya clima!
Y así nos fuimos a Pokhara, punto
de partida para trekkings de belleza sin igual, sin nuestro visado Indio. Las
cosas no salieron como las teníamos previstas, cambiaron las normativas justo
antes de nuestra petición de visado, ¡qué casualidad! La cuestión era que
nuestro visado nepalí duraba sólo 14 días y el nuevo tramitado del visado indio
pasaba ahora a tomar… ¡exacto! Dos semanas. Gracias a que, por unas rupias, contábamos
con la ayuda de un par de hermanos nepalíes, aceleramos un poco el proceso,
pero aun así no lo pudimos conseguir hasta el mismo día en que nuestro pase
nepalí era válido para la frontera. Y debido a la distancia desde la capi
(bueno, a las carreteras y los buses) nos tomaría un día más cruzar a las
Indias… con lo que las mates no nos daban. Decidimos pasarnos por inmigración a
ver si podíamos “comprar” sólo un par de días de estancia extra y no tener que
renovar por otras dos semanas, con sus consecuentes dolaracos de por medio,
pero nos encontramos algo mejor: nos aseguraron que si sólo nos pasábamos por
un día ¡no problem! Aun así, no las teníamos todas con nosotros, pero como un
viajero nos dijo: ¡Enjoy your troubles! (¡Disfruta de tus problemas!).
Tuvimos que cambiar nuestros
planes, nos salió más cara la jugada, porque no teníamos pensado volver a
Kathmandú, pero ¡Disfrutamos de nuestros problemas! ;) Adaptando y encontrando
una nueva jugada en el tablero, ¡tocaba mover ficha! No siempre va a salir todo
redondo, ¿no?
Aprovechamos esta escapada para
visitar tranquilamente la zona del lago y pasar un par de días en un espacio
más natural que Kathmandú. Tuvimos el gustazo de alojarnos en un albergue familiar que nos hicieron sentir como en casa, aunque continuamos teniendo cortes de electricidad (¡de hasta 16 horas!). Popularmente, desde esta ciudad se accede a los
trekkings de varios días o semanas que llevan a unas inmejorables vistas del
Anapurna. Pero yendo más tarde de lo planificado y teniendo que volver a la
capi a por el visa, además de que nuestro sistema digestivo seguía sin
encontrarse en sus mejores, dedicamos nuestra estancia simplemente a pasear y descansar.
Más adelante nos encontraríamos con una pareja muy maja que habían realizado un
trek de 21 días por allí por su cuenta, y que la habían gozado mucho, aún con
los precios que ascendían a la par con la altitud. Nos dio algo de penica, pero
no somos unos montañeros acérrimos, ni mucho menos, así que a gusto.
Uno de los lugares más bonitos
que visitamos fue la pagoda de la paz mundial (construida por los japonitos,
clarooo), que arrojaba su luminoso mensaje desde lo alto de una colina.
Contemplaba una panorámica de la ciudad, el lago y los Anapurna preciosa. El
lugar tiene una historia preciosa… tal vez en otra ocasión.
Esta ciudad fue un oasis, en el
que pudimos descansar, tener nuestra sesión de belleza peculiarmente particular
y recuperar fuerzas para la vuelta a la capital, donde tras 8 horas de trayecto busil para hacer 200 kmetrillos, las festividades
hindis, las reformas en el tramitado del visado y las manifestaciones en contra
del gobierno maoísta, ya por fin conseguimos nuestros visados y nos dirigimos
rumbo a India.
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