Un tren-cama nos llevaría hasta
Khajuraho. En la estación de Varanasi, nos juntamos unos cuantos guiris en la
oficina dedicada al extranjero (todo un lujazo que pocas estaciones ofrecen). Nos
dijeron que el “guarda para extranjeros” nos indicaría el andén donde estaba
apeado nuestro tren. Y muy amable así lo hizo, incluso nos regaló un consejo en
el último momento, cuando su rostro se oscureció: -“Cuidado con vuestra
cartera, cuidado con vuestro pasaporte, cuidado con vuestras mochilas. No os
durmáis.” Al punto, su rostro volvió a iluminarse y se despidió con un alegre “Disfrutad
del viaje”. Podéis imaginar nuestros caretos…
Pero nada más lejos de la
realidad. Fue un viaje nocturno de lo más agradable y tranquilo. Una vez más estábamos
en 3ª clase, pero en esta ocasión lo hacíamos rodeados de guiris, y sentimos
que era muy improbable que nos pasara nada. Allí nos encontramos con una pareja
catalana majísima, Luis y Montse, con la que pudimos parlotear tan gustosamente
en castellano… ¡qué placer!
A nuestra llegada nos esperaba
nuestro rickshaw. Sí, sí, nuestro. Habíamos concretado un pick-up gratuito
desde la estación con nuestro alojamiento. Qué gustazo que nos vinieran a
buscar, con el cartelico con nuestro nombre y todo, y que nos llevara
directamente al hotel sin tener que pelear.
Khajuraho es conocida como la
ciudad del Kamasutra, ya que en sus templos se puede ver toda clase de figuras talladas
en posturas de lo más picantes… Y es que aquí se veía de lo más natural este
tema. Aquí resultaba de lo más divertido el abordaje de los vendedores cansinos
pues no traían otra cosa que barajas de cartas con cada posturita, juegos de
dados calentitos, libros con todo lujo de detalle, etc.
La ciudad, bueno, en realidad
agradecimos mucho que se tratase más bien de un pueblo grande, se encuentra
rodeado de templos, que al parecer estuvieron largo tiempo olvidados por el
pueblo Indio y que volvieron a “salir a la luz” con el “descubrimiento” de un
expedicionario británico. Nosotros sólo fuimos a los que mejor conservados se
encuentran, los de la zona oeste. La entrada era más cara para los extranjeros
que para los locales, mucho más (aunque la diferencia era menor que otras que
nos encontraríamos). Igualmente mereció la pena pagarlo.
Pasear relajadamente por sus
jardines contemplando y adentrándose en sus templos, junto a nuestra deliciosa
estancia en un hotel baratito y con vistazas fue lo que necesitábamos tras
Varanasi. Aquí, aprovechamos para recargarnos las pilas: nos regalamos un
masaje con medicina ayurvédica que fue revitalizante y desestresante y bueno…
Amaia tuvo su bautizo particular a través de Siro-dhara, un tratamiento
reequilibrante basado en derramar aceite esencial sobre la frente, toda una
experiencia.
Sin embargo, también fue aquí
donde empezamos a ser plenamente conscientes de que Diciembre no era el mejor
mes para viajar en este país. El alto número de turistas y desplazamientos
internos por fiestas hacen de él un horror para reservar alojamientos y desplazamientos,
especialmente nuestros queridos trenes. ¡Pero nos iríamos apañando!
Qué guapetes se os ve!! no sé si será por lo bien que os sientan las vestimentas o por ese brillo especial en los ojos, ..... qué? os dejastéis llevar por el ambiente liberal que os rodeaba, eh!!!! jejejj
ResponderEliminar(no hace falta que contestéis, es una pregunta retórica y su respuesta podría resultar incómoda!!!)
ejem, ejem. Nos abstenemos pues!
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