Un vuelo muy económico era
nuestro pasaje desde Japón a nuestra siguiente aventura: Nepal. Los billetes
nos habían salido tirados de precio y justo el día en el que nosotros andábamos
pensando volar, ¡redondo! Eso sí, con sus dos transbordos chinos, donde nos
sellaron un visado de transito de un día y no nos sobró más que un par de
horas. Primero volvimos a Pekín, donde pasamos noche en la suite del aeropuerto
y después hicimos una breve parada en Kunming.
En el último vuelo, y mientras
hablábamos de las diferencias que habíamos vuelto a sentir en los aeropuertos
entre los chinos y los japoneses; veíamos como íbamos acercándonos a las
tierras donde se hallan las montañas más altas del mundo, aquellas que rozan el
cielo. Una apacible sensación nos embargó cuando a lo lejos comenzaron a verse
islotes de picos y picos rocosos con las cimas blanquecinas sobresaliendo de un
mar de nubes. Habíamos llegado al país de las montañas, habíamos llegado a Nepal.
El avión siguió su rumbo y nos
acercó a la capital: Kathmandú. Un sinfín de desordenadas viviendas cubiertas
por una manto gris se encajaban a piñón dentro de un valle mecido por imponentes
montañas que se alzaban hacia el cielo, como buscando aire y resistiéndose a
despedirse de los últimos rayos de luz.
No tardamos nada en conseguir el
visado a nuestra llegada. No tardamos nada en conseguir un taxi. Y no tardamos
mucho en llegar al hostal, pero el trayecto se nos hizo muy largo. Nos
impresionó una barbaridad lo que vimos a través de la ventanilla del coche,
rumbo al albergue. Veníamos de Japón, donde nos sentimos muy sensibilizados con
la naturaleza, los animales, las personas, en fin con la madre tierra. Asique
el choque fue impactante al mirar a través de la ventana del taxi ya que nos
sentimos como si estuviéramos viendo un documental de pobreza, desorden civil y
caos… Estábamos totalmente fuera de nosotros, perplejos ante aquella realidad
que ni por asomo esperábamos encontrar.
Fue un vuelo de Japón a Nepal, de
Tokio a Kathmandú. Un vuelo a un país idealizado que nos golpeó con una realidad
muy diferente. Un vuelo al contraste.
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