Tras cruzar tantos hangares militares
que pensábamos que nos habíamos metido en medio de una guerra, llegamos a
Jaisalmer, una de las ciudades indias más próximas a Pakistán. Curiosamente, y
a diferencia de la mayoría de ciudades visitadas, aquí, no oímos rezos
musulmanes, tal vez para no sumar más tensión al ambiente.
Un pedazo de jeep nos hizo el
pick-up gratuito de la “estación de bus” al hotel, ¡oh yeah! Después de tantas
horas botando en el autobús no hay palabras para semejante lujo. Nuestro
alojamiento no era ninguna maravilla pero tenía por vecino otro hotel con un
personal y una cocina increíble, así que estuvimos a las mil maravillas.
Jaisalmer se encuentra perdida en
medio de un desierto, no uno de estos de película, con sus infinitas dunas,
pero sí un desierto, vació, a excepción de algunos arbustos, cactus y vallados
militares. La ciudad se podía mimetizar entre las arenas, con esas casas hechas
de piedra de arenisca que aporta esos colores amarillentos y les permite tallar
formas tan sinuosas en sus fachadas.
Para variar y salirnos de
nuestras preferencias arquitectónicas, ¡aquí también se alzaba otra fortaleza
imponente! Y es que India está repleta de construcciones maravillosas que hacen
del patrimonio histórico de estas tierras una riqueza sin igual. Pero por
desgracia, como en muchos otros enclaves, la basura invadía cada espacio
abierto y bañaba cada animal. A estas alturas, cada vez notábamos más esas
“improvisadas” burbujas, donde parece mentira que en ellas estés como estás cuando
abajo se cuece lo que se cuece.
Llegamos con la intención de
hacer una escapada de un par de días al desierto, ¡con camellos y todo! Pero los
precios que encontramos estaban muy idos, ¡y no eran camellos, sino dromedarios!
Decidimos quedarnos con el sabor de boca (y el aliento) que los camellos de
Mongolia nos regalaron y aprovechar para descansar tranquilamente en Jaisalmer.
Desde la entrada de la fortaleza
había un ambiente genial, caminar entre sus estrechas callejuelas era en sí
mismo un gustazo, y asomarse por las murallas para contemplar toda la zona comiendo
unas pipas ya... Realmente se trata de un lugar muy especial, sobre todo al
atardecer, cuando, desde su colina, Jaisalmer parece detener los últimos rayos
de sol.
Nos encontramos con un vendedor
que hablaba un castellano buenísimo. Resultó que había estado viviendo en
Barcelona bastante tiempo, pero que con la crisis tuvo que volverse. Estuvimos
charlando un buen rato con él sobre temas bien interesantes, y en estas que ya
había confianza, haciéndose el listillo, nos dio lecciones de cuánto cuestan
realmente las cosas que venden a los turistas. La conversación resultó en un
debate de moralidad en el que él, asumió quedar muy bajo, e incluso prometió
jugar más limpio. Si lo estará haciendo o no, ni idea, pero que con sus
aclaraciones nos dejó alucinados, damos fe.
Tomando algo fresquito en un bar,
dimos con una camarera extranjera. Con muchísima curiosidad le preguntamos cuánto
tiempo llevaba y que tal se sentía allí. Ella nos dijo que necesitó un mes para
“acostumbrarse” a aquella India, que tanto la había sorprendido… pero que después,
si logras acostumbrarte, lo llevas bien.
Quizá seamos muy sibaritas, pero no
sabemos si seríamos capaces de acostumbrarnos a todo aquello, empezábamos a
estar cansados de tanta basura, tanto llenarse la boca con la rupia, el agobio cansino
al turista y al viajero (por igual, sin diferenciar), tanta diferencia
económica entre pobres y ricos, el maltrato animal, la falta de higiene y la
falta de respeto hacia la naturaleza. ¡Ala, perlas aquí y allá!
Nuestro siguiente destino quedaba
algo lejos, bueno, no tanto, pero las carreteras y los vehículos no rinden como
gustaría. Vía bus nos tomaría unas 15 horas, con cambio de vehículo y todo, y
después de los últimos buses no queríamos ni imaginárnoslo… y en estas que en
nuestra mente apareció una palabra, clave: “Talkal”, billete de emergencia.
Teníamos pocas, muy pocas, posibilidades de conseguir un billete de tren-cama
directo, pero teníamos que intentarlo. Las 10:00 a.m del día previo era la
hora, la taquilla especial para “Talkal” el lugar de la batalla. Adoska
combatió, con todas sus fuerzas, con todos sus recursos, contra todas las
dificultades… y dos billetes cayeron del cielo directos a nuestras manos… ¡¡Graaacias!!
Que pasada de lugar!!! Me ha encantado! Se me ponen los pelos de punta solo pensar en esos sitios encantadores! Amaia sales guapisima, os veo muy bien!! muxus!!
ResponderEliminarAupa Yoshiko!!
EliminarQué bueno que te haya gustado tanto Jaisalmer! La verdad es que es un lugar con muchísimo encanto, como otros tantos de India, en efect!
Muchas gracias por las flores, siempre son bienvenidas!! :D
Muxus!!