Uno de los bobotiempos más
absurdos de este viaje ha sido sin duda hacer todos los trámites para poder
cruzar las fronteras que nos separan. Si bien es cierto que unos visados han
sido más sencillos que otros, apestan, menos mal que no en todos los países
hemos necesitado hacerlos, algunos sencillamente te otorgan permisos de
estancia.
Nuestro primer visado lo
realizamos en Madrid, aprovechando una estancia allí, pues teníamos entendido
que el visado Ruso era complicadillo
y que te exigían un montón de historias… y algo cierto era. Conseguimos
contactar con la embajada Rusa para que nos aclarase todos los papeleos a
entregar. Unas fotos, formularios, pasaportes, fotocopia del seguro de viaje,
una carta de invitación y alojamientos y por supuesto fotocopia del ingreso
monetil a su cuenta bancaria. Un visado que poco tardó en llegar a nuestras
manos y que marcaba directamente el día de nuestra entrada en Rusia para una
estancia menor a un mes.
En Irkutsk, Rusia, hicimos
nuestro siguiente visado: el Mongol.
Sencillo: unas fotos de carnet, un formulario que realizamos en la propia
embajada mongola y dependiendo de la rapidez en que quisieras el visado (un
día, tres o una semana) ingresabas más o menos cantidad de dinero. Nosotros
aprovechamos nuestra escapada al Lago Baikal y a la vuelta recogimos el visado.
Un mes.
El visado Chino fue uno de los más complicados de hacer, quizá fuese
por hacerlo en la capital mongola (y las rencillas que se traen entre estos dos
países), o porque cambiaron ciertos requisitos poco antes. Sea como fuere, fue
una pequeña odisea. Fotos de carnet, formularios (esta vez 3 tipos diferentes),
una carta de invitación, confirmaciones de vuelo de ida y vuelta y de
alojamientos, un itinerario a seguir y fotocopia del pasaporte. Casi todo fue
falso, entre una agencia que falsificaba documentos y que los vuelos eran de
reserva sin pagar, fue todo un circo… 30 días por 35 dólares para los europeos
afortunados, 10 días por 160 dólares para lo estadounidenses…
Nos hicimos a la mar desde China
para atracar en el puerto de Osaka, Japón,
donde agradecimos que nos regalaran 3 meses de permiso de estancia turística nipona con posibilidad de ampliación.
De Japón aterrizamos en Nepal,
donde el visado nepalí lo pudimos hacer
in situ en el aeropuerto. Cogimos un formulario que nos dieron a la entrada,
dimos una foto, pago en mano y en 10 minutos teníamos nuestro visado estampado
en el pasaporte. Nosotros cogimos de 15 días, pero podías pagar hasta por dos
meses.
El siguiente visado, uno de los
más caros y pesados, lo realizamos en Katmandú, y como no queríamos andar de
idas y vueltas a la embajada cada tres días sino rular un poco por el país,
pues decidimos hacerlo mediante una agencia que se encargaba de hacer los trámites
por una comisión. Nos tuvimos que sacar foto ya que este visado exigía unas de
tamaño más grande, un par de formularios y fotocopias del pasaporte. Pero aún
con tanta sencillez dio la brasa, y es que al parecer acababan de cambiar los
requisitos, y ahora, todo el procedimiento pasaba a tomar un mínimo de… ¡14
días! Menos mal que la agencia lo agilizó un poco. El visado Indio tiene la peculiaridad de poner directamente los días
que puedes estar en India, son 3 meses, pero comienza a contar desde el mismo día
que te entregan el visado, estés donde estés.
En Nueva Delhi nos sacamos el visado Birmano, ya que habíamos oído
que conseguirlo al llegar era muy chungo. Éste, aunque pudiera parecernos
complicado, fue de lo más sencillos. Foto, formulario, reserva de avión de
entrada y salida del país, reserva de hotel y fotocopia del pasaporte. Y en 24
horas lo hubiéramos tenido en nuestras manos si no hubiera sido por las fiestas
de navidad. Este visado era de 28 días y uno de los más baratos.
El visado camboyano fue una maravilla… pese a tener que realizarlo.
Nada más llegar al aeropuerto de Siem Reap entregamos nuestro pasaporte junto
con 20 dólares (otro barato), una foto, y la ”arrival card” que nos dieron en
el avión. En menos de 5 minutos lo teníamos. Un mes.
En la capital camboyana hicimos
el visado vietnamita. Hicimos el
formulario en la propia embajada vietnamita de Phnom Penh, entregamos una
foto y el pasaporte, 60 dolaracos per capita y en 24 horas recogimos nuestro
pase a Vietnam. Un mes de permiso desde la fecha que establecimos.
Tailandia tiene la facilidad de dar permisos en la propia frontera o aeropuertos, con la peculiaridad
de que si cruzas por tierra te dan tan sólo 15 días, mientras que por aire te
dan 30. Sin fotografías ni nada. Un mes como tope sin ampliaciones bajo
pago.
Tras tantas fronteras, tras
tantas barreras invisibles que nos afectan a todos, pero de forma distinta a
unos y a otros, nos sentimos bastante cabreados. ¿Cómo puede ser que para
entrar a un país existan requisitos tan diferentes para unas personas y para otras,
sólo en base a su lugar de nacimiento? Es más, ¿Por qué existen requisitos para
moverse entre países?
Las explicaciones que hemos
encontrado hasta la fecha no nos convencen: regulación, control… Quien viaja no
busca imponer ni robar nada, sólo conocer, sólo aprender; quien emigra de su
país generalmente no lo hace por placer de modo que tal vez debería
preocuparnos más que está ocurriendo en su país de origen para que pueda
dejarlo todo atrás, a ciegas, y respecto a quienes se supone hay que temer, no
son tantos, y aún serían menos si desapareciese el concepto de frontera.
En Vietnam había más rusos que
gente local y resto de guiris juntos, y todo porque para rutar a otros países
pueden encontrarse tasas de entrada por las nubes debido a las políticas de su
país, ¿Pero qué diantres tendrán que ver esas personas (que un buen número ni
siquiera compartirá la visión de su gobierno) con esas bataolas de poder que se
traen los diferentes países? Y este no es el peor de los casos, hay personas de
ciertos países que se encuentran con la imposibilidad absoluta de entrar en
algunos países.
Nos encontramos con viajeros que,
independientemente de su país de procedencia, tras tantas fronteras, tras
tantas barreras invisibles, lo único que hallamos es lo absurdo que resulta que
nos creamos dueños de la Tierra, y nos separemos entre nosotros de esta manera. ¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de que el mundo
no nos pertenece, de que todos buscamos lo mismo y de que si nos dejamos de limitar
al otro (que no es sino limitarnos a nosotros mismos), será más fácil y accesible para todos dar con ello, allí
donde estemos?
Soñadores, Idealistas…
¡Todo eso y mucho más, sí! Pero si
en algo creemos, es en las personas y en su capacidad de buen obrar. Y es que si algo
sabemos es que todos estamos en la misma ola.
Todos somos UNO.
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