¿Quién hace que la autenticidad
de un lugar ceda terreno a otra cosa, a algo más parecido a lo que los turistas
esperan encontrar? ¿El propio turista, o la gente del país que ve en ese cambio
una herramienta más eficiente para hacer dinero?
Es decir, ¿Quién hace que a menudo
se exageren ciertos aspectos, se inventen otros o se escondan algunos de dudosa
apetencia para el extranjero? ¿El visitante, con sus peticiones (a veces
exigencias) y sugerencias? O ¿Los locales que ven en ello la forma de atraer
más dinero al país?
Creemos que ambos.
Y es que en
algunos lugares nos embarga una sensación de llegar “tarde”, de que todo se
parece cada vez más, y nos preguntamos: -¿Qué les quedará por descubrir a las próximas
generaciones? Tal vez, su país.
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