Uno de los trayectos más bonitos
de Vietnam, fue el desplazamiento desde Hoi An hasta Hue. Arrozales, montaña y
mar, bañado todo con la dorada luz del atardecer. Precioso.
Hue es otra de las ciudades que
más castigada fue por la guerra, pero no percibimos tristeza o mala honda
alguna, todo lo contrario, mucha alegría y orgullo por lo que sobrevivió,
incluido su espíritu, claro. Una ciudad totalmente llena de vida y que pese a
estar aún hoy día en plenas tareas de reconstrucción, se veía muy lucida, era
difícil reconocer las imágenes que nos ilustraban cómo quedó tras la guerra.
Que ha pasado mucho tiempo y eso, ya, pero agüita.
La ciudadela fue lo más castigado.
Esta moderna construcción, mitad oriental mitad occidental, se erigió a
mediados del XIX, con ayuda francesa, pero quedó reducida a poco más que
escombros tras los tiroteos y posteriores bombardeos de la guerra.
Las actuales reconstrucciones aún
se afanan en mantener intacto el aspecto que un día lució, y se puede comprobar
en que, a pesar de sus rencillas, aun piden ayuda a China para instalar ciertos
elementos decorativos muy propios de su cultura. Y es que aunque Vietnam se independizó
de China bien pronto y se enorgullecen de tener una cultura totalmente propia,
aún quedan ciertos retazos de rojo y amarillo.
Pasamos un bueeen rato por la
ciudadela y el palacio imperial de su interior. Disfrutamos de su belleza, aprendimos
de su historia, alucinamos con las huellas de lo que hubo y lo que quieren que
en breves haya y… y descansamos a la sombra porque hay que ver… que nos habían
dicho que tirando para el norte íbamos a necesitar abrigo… ya yaaa.
Estabamos en medio del país y ya veniamos oyendo de la mala relación entre norteños y sureños, y es que debe de seguir existiendo cierta "rivalidad". Los norteños describen a los sureños como fiesteros , y los sureños les contestan que son unos aburridos negociantes... claro que la división viene desde antes de la guerra... menos mal que las nuevas generaciones parece que pasan de viejas rencillas! En cualquier caso, nosotros seguimos gozando de un trato buénisimo aquí también. Mencionar que dimos con un restaurante “japonés” con unos precios y una calidad de aúpa,
que nos remontó a aquellos otoñales días en el país del sol… ¡hay que ver que
morriñeros estamos últimamente!
Nos asombró la cantidad de
iglesias cristianas (algunas bastante curiosas) que vimos, pero es que debido,
especialmente, a los franceses y su época de la Indochina, un buen número de
vietnamitas son cristianos, y como más tarde comprobaríamos, entregados,
entregados.
Asimismo, Hue es famosa por
considerarse la capital cultural del país. La ciudad cuenta con muchas historias
de emperadores que ahora definitivamente no vamos a ponernos a contar, así como
con las tumbas de estos personajes, a cada cual más pintoresca… y de entrada
más cara. A pesar de contar con nuestras super bicis pasamos de ir allí, y optamos
por estar tranquilamente.
Dimos con el comando mosquitil
más agresivo hasta ese momento (porque en Tailandia...), y es que parecían haberse instruido con el
mismísimo Vietcong. Gastaban habilidades como el “metrallaguijón” o el “picobombazo”
y ni siquiera los aplausos letales podían con ellos, así eran de rápidos… y así
acabamos, llenos de picotazos.
No, los mosquitos no son tan distintos en Vietnam, pero estos peces ¡estaban igual de hambrientos! |
Por otra parte, los preparativos
para el nuevo año de la serpiente estaban en sus últimas, de modo que había un
ambiente de locurón enorme, todo quisqui paquí-pallá. De hecho, quedamos con
una chica local para tomar algo y charlar y en el último momento tuvo que salir
al socorro de su familia, para tratar de atajar los preparativos a tiempo.
Y así, con la luna a puntito de caramelo y su gran celebración del
Tet esperando el pistoletazo de salida, nos metimos en otro bus, ¿dirección? ¡Al
centro de la movida, a Hanoi!
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