Tras comprobar que los tiquets
eran de 1, 3 o 7 días, optamos por la opción que más afín sentimos. Teníamos
tres días para descubrir los impresionantes templos de Angkor, ¿sólo tres días
para perdernos por sus ruinas? ¡Tendríamos que organizarnos, pues!
El primer día cogimos un tuk-tuk a
fin de reconocer el terreno (las distancias, vaya) y aprovechar para ir a las
zonas más alejadas, a donde si no, tendríamos que pedalear más de lo que nos
gustaría en nuestras sesiones de biciturismo.
Entre tanto templo, destacamos el famoso Ta Prohm, también conocido como el templo de Tomb raider o Indiana Jones. Uno de los más impresionantes de todo el complejo debido a que en él, la arquitectura y la naturaleza se dan la mano de una forma única para moldear el paisaje. Es indescriptible y es sobrecogedor estar entre las ramas y raíces de esos enormes árboles, unos saliendo desde el techo de los edificios, otros engullendo la roca y otros siguiendo sus formas. Pura arte improvisada.
Gracias a nuestro tuk-tuker nos
plantamos en medio de muchas pequeñas maravillas a gran velocidad, de modo que nos
alegramos de haber contratado uno… Si no, quedándonos lo embobados que nos quedábamos
en cada lugar, ¡no hubiéramos visto gran cosa!
Los dos días siguientes hicimos, ahora
sí, pues claro… ¡biciturismo! Ya por la zona más cercana, donde se halla el
enorme complejo de Angkor Thom, que incluye al famoso Angkor Wat, el cual
dejamos como postre y guinda del pastel para el último día.
Una de las entradas a Angkor Thom
da la bienvenida de forma harto impresionante: custodiada por ambos lados con
54 esculturas, “Devas” y “Asuras” (dioses y demonios) tirando al más puro
estilo soka-tira de una grandísima serpiente. Este animal, aquí transformado
mitológicamente en Nagas, una serpiente con 7 cabezas, es una deidad tanto para
lo bueno (ayudar a los dioses protectores) como para lo malo (realizar actos
malignos). Estos elementos serían, junto al elefante, los motivos ornamentales
más utilizados por los Khmeres.
El templo más famoso de Angkor
Thom es Bayón, una majestuosa edificación llena de caras sonrientes, y es que
impresiona ver que mires hacia donde mires hay un montón de ellos observándote,
y riéndote el chiste, ¡aunque sea malo!
También queremos mencionar el
patio de los elefantes. Y es que en los mejores años de Angkor, eran una figura
sagrada y muy venerada (de hecho en toda Asia), pero con el paso del tiempo se
convirtieron en amenaza para sus cultivos o en animales de carga para la tala
de árboles, cuando no de caza y explotación para el marfil (y esto sigue de
moda, ¿verdad, Juan Carlos?), y ahora en atractivo turístico. Comparándolo, no
deben de quedar muchos, y desde luego no viven como antaño... podrían tener una
buena conversación con las, también sagradas, vacas de India.
Increíble todo, de quedarte sin
palabras cada cuatro pasos, sí, pero vamos al temario gordo. Todos tenemos una
imagen que representa estos templos, y esa es Angkor Wat. Una de las maravillas
del mundo, ¡aunque sólo sea para nosotros! pues no está en la lista… pero es
que claro, van y ponen que sólo entran siete… ¡con lo que hay ahí fuera!
Cuanto más nos adentrábamos en
este complejo más sentíamos lo impresionante que debió de ser reencontrar todos
estos templos, cuando todavía estaban enterrados entre la maleza de la selva
(más si cabe). Te trasladas directamente a todas esas películas donde
encuentran “tribus” como Apocalipsis, King Kong… pero nada más lejos de la
realidad, porque el imperio khmer eran una sociedad muy bien estructurada.
También podías ponerte con gran facilidad, incluso para los más faltos de
imaginación, en la piel de quien descubre tesoros olvidados como Lara Croft o
Indiana…
Fue, en una palabra: ¡¡Angkorjonante!!
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